Ignoro quien planteó esta metáfora sobre la revocación de mandato en México. Me llegó de oídas, y la comparto.
La revocación es como un arma que tenemos en la casa, con la intención de no utilizarla. Es además un arma en manos de la mayoría de la población. Y apunta hacia quien es el jefe de Estado en ese momento.
Hay quien tiene armas en su casa, para protegerse y proteger a su familia en el caso de que alguien ingrese armado y los amenace. Lo ideal es no tener que utilizarla nunca.
Lo mismo pasa con la revocación de mandato, al menos a nivel federal y en un país con la complejidad del nuestro. Quitar al jefe de Estado, al presidente, no es cualquier cosa. No es fácil sustituirlo sin que se genere una crisis política. Es algo excepcional, no rutinario o regular como lo son las elecciones que tenemos cada tres o seis años.
Es un arma que debe estar en manos de la mayoría de la población. Así lo contempla nuestra Constitución, que plantea un porcentaje mínimo de solicitantes para realizarla, y que establece un umbral para que sea vinculante. Como hemos visto y se ha dicho, no fue esa mayoría de ciudadanos quien la solicitó y promovió en esta ocasión, sino el grupo en el poder.
Y debe apuntar, obviamente, a quien en ese momento es Presidente de la República. Parece que tampoco fue el caso. El “arma” apuntó más bien hacia otro lado. El Presidente nunca estuvo en riesgo.
Segunda reflexión:
Los resultados de la revocación parecen evocar una distinción clásica en las elecciones mexicanas durante el PRI hegemónico: la urbano-rural. Fue en los estados del sur donde hubo mayor participación. Son también los más rurales. Habría que hacer un análisis estadístico más cuidadoso para ver si realmente la diferencia en participación corresponde a la urbano-rural, coincidente, en lo general, con los estados y regiones menos pobres (urbanos) y los más pobres (rurales).
De ser cierta la distinción, hay dos interpretaciones posibles. Una, que el Presidente tiene más apoyo entre los más pobres. Otra, que la capacidad de acarreo es mayor en las zonas más rurales y más empobrecidas. Los testimonios sobre los lamentables hechos en los que fallecieron dos personas del municipio de San Fernando en Chiapas, al caer a un barranco el vehículo que los llevaba a votar, inclinan claramente la balanza hacia un lado. No son ni remotamente concluyentes, pero algo dicen.
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