Comunidad

¿A qué viene el Congreso de Tamaulipas?

El Congreso de Tamaulipas camina con paso firme bajo el estandarte de Morena y sus aliados.

Controlan el pleno, las comisiones, los tiempos y, sobre todo, el relato. La oposición panista parece reducida a murmullos, un eco cada vez más débil en los pasillos de una legislatura que presume cercanía con el pueblo, pero que cada día se siente más cómoda consigo misma.

Ahora, el Congreso se vuelve itinerante.

Viaja, se instala en municipios, convoca a la ciudadanía y se toma la foto. Dicen que es “para acercar el trabajo legislativo a la gente”, aunque nadie ha explicado aún cómo se mide ese acercamiento.

¿En iniciativas aprobadas? ¿En problemas resueltos? ¿O simplemente en los aplausos que suenan cuando la caravana llega?

Porque el pueblo no necesita que el Congreso viaje: necesita que lo escuche, que lo entienda y que legisle pensando en su vida cotidiana, no en el calendario de la próxima gira.

Y en ese mismo trayecto, la transparencia se queda a mitad del camino.

No hay datos claros sobre cuánto cuesta este despliegue de representatividad: los viáticos, el transporte, la logística.

¿A cuánto asciende la factura de esa “cercanía”?

¿Cuánto cuesta llevar el Congreso al pueblo… y cuánto del pueblo regresa al Congreso?

Si la rendición de cuentas no acompaña al discurso, entonces el discurso se convierte en propaganda.

A eso se suma el endeudamiento que el bloque morenista aprobó al gobierno del estado.

Sin mayores reparos, sin contrapesos, como quien firma un pagaré al futuro.

La mayoría actuó como aplanadora: calló las voces incómodas y aplaudió la disciplina partidista.

Y así, la casa del pueblo se volvió sucursal del poder.

En otro frente, la obsesión con el exgobernador Cabeza de Vaca continúa siendo tema recurrente.

Se tiene que reconocer que su sombra sirve a muchos como combustible político.

Cuando la ley se usa como estandarte partidista, deja de ser justicia para convertirse en espectáculo.

Y mientras tanto, crece la figura del diputado Humberto Prieto.

Preside, encabeza, anuncia, inaugura.

Se presenta como un rostro nuevo y moderno de la legislatura, pero su visibilidad ya compite con la del propio Congreso.

Cuando la política se personaliza, el Parlamento se diluye: la representación se vuelve marca, y la institución, escenario.

Los conflictos con el Verde —antes aliado, ahora resquebrajado— confirman que hasta dentro de la mayoría hay fisuras.

Porque la hegemonía, cuando se acomoda demasiado, acaba peleando consigo misma.

¿Y hacia dónde va todo esto?

El futuro del Legislativo depende de si entiende que la legitimidad no se hereda ni se compra con mayoría.

Si el bloque dominante concentra poder sin fortalecer la deliberación, la pluralidad y la rendición de cuentas, el Congreso se convierte solo en una formalidad de poder, en un eco institucional sin sustancia.


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Víctor Hugo Martínez
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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