¿Cómo ocultamos nuestra guerra fría con el prójimo? Desde nuestra pequeña torre cotidiana, en un mundo que ahora cabe en una red, sobre las rutinas de nacer, desarrollarnos, procrear y morir, con un hoyo que nos consume las ideas por el terrible calor, resulta innecesario, tal vez efímero la insistencia de leer; literatura ancilar, literatura en pureza, sin pureza, simplemente discernir con alguien, algo que hemos encontrado, distinto a los comentarios de quejas, de exigencias, burlas, en los que navegamos, queramos o no, todos los días.
Leer a Enrique Serna, sus cuentos, me dio una sacudida, logró hacerme sonreír, escudriñar en el fondo de las relaciones amorosas, políticas, sociales que generalmente se cubren con un velo de hipocresía.
Desde el título de su libro «La ternura caníbal» parece como si nos fuera a deleitar con una mano sobre nuestra mejilla, recorriendo con sus delicados dedos hacía arriba y abajo, por los caminos del deseo, añorando la suavidad, de palabras, sonidos, caricias que necesitamos urgentemente para sentirnos vivos. Y como buen cuentista, sabe lo que nuestra mente añora, enfila sus planteamientos hacia ese sitio y el final de las historias te dan una sacudida, otras una sonrisa y finalmente una carcajada.
El libro te mueve, no eres un espectador más, sino que Enrique Serna sabe cómo, sacudir las conciencias, las ideas, el deseo. Conoce a los verdaderos lectores, seduce a los no tan avezados, les guiñe el ojo a los que por primera vez entran en el mundo de los cuentos: narrativa ágil, voraz, del jab.
Desde el “Hombre con minotauro en el pecho” publicado en 1994, se deja mirar al escritor que no pierde la oportunidad de poner en la mira a sus protagonistas, la avaricia, la lucha por el poder, las pequeñas y grandes traiciones, el individualismo.
En sus letras afina su satírico aguijón para raspar un poco de nosotros y decirnos así somos. Leer, insistir en ello asistir a literatura, nos ayuda a conocer un poco, de qué estamos hechos. ¡Feliz Domingo! Carpediem.
