Escuchar el audio que acaba de salir a la luz de la diputada federal Patricia Armendáriz, me confirma una vez más la urgencia de dignificar la función pública. Faltarle al respeto de esa manera a una persona no es justificable bajo ninguna circunstancia. Ni la desesperación de no ver resultados, el que pidan y pidan o incluso que la otra persona te falte al respeto, no son razón para que un funcionario se exprese de la manera que lo hizo la diputada.
Dignificar es hacer algo digno; ser merecedor de lo que representa o que la persona esté en concordancia con los méritos del puesto. Todo lo contrario a lo que transmiten los audios en cuestión. No, no todos son iguales. Hay funcionarios públicos dignos y educados. No todos los políticos roban o están buscando favorecerse. No todos están en el Gobierno por un compromiso partidista o de compadrazgo. Los hay quienes están porque quieren crear mejores ciudades y porque creen que se pueden hacer las cosas bien, de manera profesional y honesta.
Dignificar la función pública es y debería ser una de las prioridades de los gobiernos, tema complicado en un país con tanta pobreza y falta de educación. Hablar de credenciales para un puesto debería de no ser tema. Pero al ver las declaraciones de algunos gobernantes, definitivamente vemos que nos falta subir la vara.
La política es de todos. Todo es público en su quehacer; las decisiones, los recursos, lo que se administra. Por lo tanto todos estamos llamados a dignificar la función, siendo o eligiendo a los mejores perfiles; tanto técnicos como éticos. Este noble y necesario oficio se ha desgastado adquiriendo mala fama. No podemos renunciar a hacer política, creyendo que es sucia o que es solo de los partidos, dejándosela a unos cuantos.
Afirmar que “todos los políticos son iguales” es renunciar a nuestra capacidad de transformar el trabajo que más impacta en nuestras vidas: el público. Por interés personal debería de ser nuestra prioridad. No todos son iguales. Como en todas las profesiones, hay los funcionarios públicos que hacen lo ordinario de manera extraordinaria. A esos hay que reconocerlos para dignificar la profesión más valiosa.
