Cultura

Fechas

Cuenta Ray Monk en su biografía El deber de un genio que cuando Wittgenstein regresó a Viena en 1919 después de su participación militar en la Primera Guerra Mundial y de varios meses en un campo de prisioneros en Italia (donde terminó el Tractatus Logico-Philosophicus), era uno de los hombres más ricos de Europa gracias a las inversiones de su padre en Estados Unidos. Pero prefirió no serlo, les cedió toda su fortuna a dos de sus hermanas, Helene y Hermine, y a su hermano Paul, el célebre pianista manco, y se aseguró con un notario de que no hubiera la menor posibilidad de que quedara un centavo a su nombre. Dejó la casa de la familia por un hogar más humilde, cayó en una profunda depresión, estuvo a punto de suicidarse y, en 1920, decidió convertirse en profesor rural. Eligió Trattenbach, pueblo pequeño y pobre.

Sus labores de maestro de niños y niñas lo entusiasmaron al principio: cuentos de los Grimm, Swift, Tolstói, Lessing, lecciones de anatomía, botánica y a diario dos horas de aritmética y álgebra. No todos los alumnos fueron capaces de seguirle el ritmo. “Empezó siendo una amable figura paterna y se transformó en un tirano”. A veces, si no entendían, a los niños les pegaba en las orejas y a las niñas les jalaba las trenzas. Las familias se quejaron, las autoridades le llamaron la atención. En 1922 se trasladó a Hassbach, donde estuvo apenas un mes, a Puchberg, donde recibió ejemplares del Tractatus…y, a Otterthal, donde en 1925 preparó un diccionario de tres mil palabras para escuelas primarias y, en 1926, ocurrió el lamentable Caso Haidbauer: Wittgenstein golpeó en la cabeza a Joseph Haidbauer, de once años, y el niño se desmayó. Lo llevó en brazos a la oficina del director y salió huyendo de la escuela. Por desgracia, se topó con el señor Piribauer, a cuya hija había tratado con tal violencia en alguna ocasión que le salió sangre de las orejas y se le desprendieron mechones de pelo. El 28 de abril entregó su renuncia. Hubo un juicio y quedó absuelto, aunque “para defenderse de las acusaciones de brutalidad tuvo que mentir acerca de la cantidad de castigos corporales que había infligido en sus clases”. Intentó recluirse en un monasterio y, finalmente, halló trabajo como jardinero en Hütteldorf, donde vivió tres meses en un cobertizo.

Según Wittgenstein toda filosofía, si se ejerce con honradez y rectitud, comienza con una confesión: “mentirse a uno mismo… tiene un efecto dañino en el propio estilo, pues es imposible distinguir lo genuino de lo falso”. En 1936 continuó elaborando los comentarios de su obra póstuma Investigaciones filosóficas y escribió las confesiones que les leería en la Navidad a su familia y amigos íntimos. Hizo además un viaje a Otterthal para ofrecerle disculpas a la gente que había lastimado 10 años antes. Haidbauer ya estaba muerto. La señorita Piribauer le respondió con desdén: “sí, sí,”. Quizá convenga pedir siempre perdón de antemano por los errores y cicatrices que sucederán porque hay tiempo.

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Tedi López Mills
  • Tedi López Mills
  • Ha publicado numerosos libros de poesía, además de cuatro volúmenes de prosa.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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