Cultura

Ilusionismo

Un amigo, experto en literatura de todas las latitudes, me comenta que tal autor mexicano ha escrito varios libros buenos —“hasta muy buenos”— pero todavía no una obra maestra, y a fin de ahondar en su comentario cita la célebre declaración de Cyril Connolly: “cuantos más libros leemos nos resulta más obvio que la verdadera función de un escritor es producir una obra maestra y que ninguna otra finalidad tiene mayor importancia”.

Imposible no estar de acuerdo. A mí me gustaría escribir una obra maestra. Empiezo por imaginarla y de inmediato noto un obstáculo: su género indeterminado, que no llamaré híbrido sino, más ambiciosamente, “juego estratégico de espejos”: un poema que parece un ensayo que parece un cuento que parece el inicio de una novela aspiracional; formas que no se apegan a las formas; sombras que perdieron los cuerpos que les corresponden. A mi propia perplejidad le propongo soluciones. Me digo que será una historia de amor y de palabras equivocadas. Me digo que será una sátira política en la que los personajes representativos de las cúpulas del poder derriban monumentos, estatuas, y cambian los nombres de las calles y de los parques por donde calculan que pasa más gente a diario. Habrá estadísticas, recuadros, mapas diminutos de los barrios antiguos de la ciudad. Los miembros de las cúpulas del poder se reunirán siempre en lugares diferentes. Las puertas serán blancas y no habrá ventanas, solo tragaluces con rejillas para asegurar una adecuada ventilación.

Me cuidaré de no incurrir en el detallismo, pues no quiero que los lectores y las lectoras se pregunten: ¿para qué puso esos botes de pintura, esos tubos de hule, ese vestido rojo, esa maqueta de una cárcel, esa casa derruida, ese altar a orillas de una cancha de tenis si no sirven de algo en la trama? Como el famoso rifle de Chéjov que cuelga de una pared. Aunque debo admitir que no es mala idea atiborrar una trama de cosas inservibles precisamente porque crea expectativas, lanza anzuelos; también provoca decepciones, claro, dilemas de verosimilitud que, sin embargo, lograré resolver si decido que la narradora —será en primera persona la obra maestra— es una coleccionista amateur que construye museos efímeros, y en alguna estrofa, capítulo o fragmento describirá los bocetos de sus exposiciones y elaborará listas de los contenidos de las vitrinas y redactará cartas para las fundaciones que podrían financiar sus proyectos. La digresión me permitirá introducir temas, anécdotas, personajes secundarios que tal vez acaben por actuar como agentes secretos. Habrá una cabaña y un crimen, conmociones de tal fuerza que los lectores y las lectoras desearán que el libro no se hubiera terminado nunca y enviarán mensajes a los editores pidiendo una segunda parte.

Pero lo esencial de la obra maestra será la historia de amor, el triángulo entre una mujer, un hombre y un fantasma: realista, no mágica ni fantástica. A cada una de las palabras equivocadas le tocará un desenlace.


AQ / MCB

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Tedi López Mills
  • Tedi López Mills
  • Ha publicado numerosos libros de poesía, además de cuatro volúmenes de prosa.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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