¿Será que podremos entrar de nuevo a las redes sociales sin ver hilos eternos de supuestos expertos de la realeza (algunos no tan supuestos) jugando con las más extremas teorías de conspiración respecto a la ausencia de la princesa de Gales, Kate Middleton.
Ya sé, ya sé. Es muy divertido y viene con su trabajo, no estoy queriendo ser esa persona que grita: “¡Dejen a Kate en paz!”, porque creo que hay muchas otras cosas más relevantes. Como por ejemplo: el estado de la noticia en tiempos de conspiraciones, Photoshop, incredulidad y desconfianza ante cualquier cosa que se reporte. ¿Y cómo no? Mientras no hubiera noticias de Kate se generaron millones y millones de contenidos que monetizaron y vendieron con sus especulaciones.
No es que con las imágenes compartidas por TMZ y algunos medios británicos vayan a terminar con eso, nos encanta vivir en telenovelas ajenas, y eso no va a cambiar. Pero el tema es este: hacemos lo mismo con temas políticos, sociales, económicos y, peor aún, de salud pública.
Opera muy parecido, porque si bien lo que nos mueve en temas como los del caos que es la realeza británica es el morbo; la credibilidad de la información retomada, una y otra vez, pasa por la misma lavadora informativa hasta que un rumor bien plantado acaba en las primeras páginas del mundo por la reacción que ha causado.
Así que, bueno. Ya vieron a la princesa, no sabemos qué más vaya a pasar con esa familia, pero, sin duda, hay cosas que no se comunican.
Como suele ser también cuando hay razones muy importantes, impera la desinformación. Y que juguemos a normalizarla de esta manera con casos tan virales como este no deja de tener un costo que no creo que queramos pagar.