El domingo en la noche fueron los Emmy, los premios más relevantes de la televisión, pero también los más desplazados dentro de la temporada de premios. Y les puedo asegurar que este año se premió algo muy particular y hermoso.
A mí me encanta The Studio, de Seth Rogen, pero reconozco que al menos la mitad de los chistes que más me hacen reír son solo para quienes formamos parte de la industria del entretenimiento. Las referencias y cameos son tan específicos a cosas que ocurrieron en la vida real, como Rogen burlándose de los problemas que él mismo causó a los ejecutivos de Sony, cuando con la película The Interview provocó que hackers de Corea del Norte revelaran los secretos de la compañía, por ejemplo.
¿Le dará risa a todo el mundo ver a Catherine O’Hara interpretar a una suerte de ejecutiva Amy Pascal, quien pagó los platos rotos de Seth en la vida real?, ¿ese atrevimiento se puede leer entre líneas y aun así provocar carcajadas? Por lo que he visto, sí. Pero esos “metachistes” son los que coronaron la serie.
Los otros dos grandes ganadores fueron The Pitt (HBO) y Adolescence (Netflix). De todos ellos hemos y seguiremos hablando, pero estas tres series comparten algo que celebro eufóricamente: su estilo visual, cinematográfico y narrativo. The Pitt es un programa de médicos que ocurre en una sola jornada de trabajo, casi como si fuera en tiempo real. Adolescence, que aborda el aterrador tema de jóvenes convertidos en criminales por la venenosa cultura de los machos tóxicos en internet, lo hace todo con impresionantes planos secuencia. Y The Studio, por su parte, mimetiza visualmente las películas a las que hace referencia.
Así que me uno al festejo del arte cinematográfico y de la lente en las series más premiadas de la televisión. Nunca lo hemos necesitado más.