Hay muchos famosos que son felices monetizando su vida privada, sus escándalos y sus penas. Bien por ellos, por quien se los compre y por quien los consuma. Pero no son ni todos ni la mayoría. Hay muchos que han tenido el atrevimiento de querer ser actores, cantantes y hasta periodistas, lo cual, sin duda, con el éxito, trae algún nivel de reconocimiento. Eso no los obliga a contarnos nada que no quieran decir.
Lo digo ahora porque ya con tantos años en este medio vimos en primera fila la “guerra de las televisoras”, la época dorada de los programas de chisme en la radio, las revistas desaparecer mientras que TVNotas crecía y por supuesto cosas como Big Brother, que ahora parece que fue hace siglos, pero que cambió para siempre la manera de monetizar la intimidad en el mundo y en México.
Sé que los escándalos ya son materia de consumo de las redes y desde los “videos de reacción” hasta los “paparazzi ciudadanos” han llegado para quedarse. Que cada uno viva con el algoritmo que educó, con lo que no puedo más es con esos titulares que tratan con temas serios también, que dicen cosas como: “Geraldine Bazan reacciona a la ruptura de la relación de su ex”, para ponerles el ejemplo, cuando lo que la mujer dijo: “NO tengo nada que decir al respecto”. Y claro, la insistencia siempre es brutal, pero se responda lo que se responda no veremos una nota, veremos un titular que diga lo que más tráfico pueda generar. Y literal, o sale uno corriendo, atropellando reporteros o amablemente se niega a entrarle al horrible círculo del chisme público, pero solo por existir y a falta de nota el titular genera información que no solo es engañosa sino perjudicial. Sabemos mejor que nadie lo ruda que está la competencia de los contenidos, pero si los medios no ponemos limites, que sean al menos la falta de clics los que marquen la más mínima exigencia periodística, ¿no creen? Se vale soñar.