Tras escuchar y ver testimonios sobre la violenta relación entre la actriz Heard y Johnny Depp me quedo con una sensación de vacío. Ver paso a paso, en redes sociales y YouTube, cada testimonio, revés y declaración en la contrademanda del actor hacia su ex pareja solo era necesario para quien quería entretenerse con el caso. Así, como reality show de la corte de los famosos.
Recuerdo hace años cómo, cuando compartía un programa de radio con cuatro amigos, me preocupaba mucho que hubiera llegado Big Brother a Mexico. Me dijeron que estaba un poco obsesionada con el tema. Tenían razón. Pero no por los motivos simples y faranduleros que podrían imaginar.
Una vez que las puertas de la intimidad están abiertas, ya sea de manera truqueada o no, no hay marcha atrás. Eso quedaba claro. Lo que no sabíamos era la exigencia y voracidad con la que se consideraría, casi como un derecho humano, estar informado de la vida de los demás.
Hace algunos días, mi querida Elisa Alanis me invitó a hablar del tema de Johnny y Amber en su espacio, porque era noticia. No puede no serlo de la manera en la que lo hicieron y las implicaciones qué hay. Claro, siempre hay que escuchar y creer a quien alega abuso.
Cuando comenté que mi opinión no era la que importaba, sino la del juez y jurado, me llegaron mensajes de profundo enojo por mi respuesta. Aparentemente no solo tenemos derecho a la vida completamente privada de los demás, sino que si no nos declaramos amos y dueños de la razón estamos fallándole al apetito mediático. ¿Saben? Me siento muy bien si les estamos fallando en eso. Hay editoriales y hay hechos. Hay que saber distinguir.
Susana Moscatel
Twitter: @susana.moscatel
