Todo indica que los Thunderbolts* han hecho bien su labor para regresar a Marvel al camino del héroe después de la era de los (¿otros?, ¿primeros?) Avengers. Las cifras demuestran que aún hay buena voluntad para llenar las salas, a pesar de que estos no sean los habituales superdotados que salvan al mundo. La crítica y el público parecen estar de acuerdo que es una buena cinta. Coincido, es divertida, emocional y no te obliga a memorizar el canon de Marvel para poder entenderla, aunque eso ayude a gozarla más.
El mejor indicativo de la emoción que aún pueden producir este tipo de películas es ver cómo la sala de cine se mantiene llena cuando empiezan a correr los créditos. Sabemos que Marvel no nos va a dejar sin escenas extra, pero hay algo que observé este fin de semana al respecto: la gente se dio cuenta de lo que implica hacer una producción de este tipo, al comentar sobre la enorme cantidad de personas que trabajan para hacerla. Al menos mil nombres en los diferentes efectos visuales, casi quinientos en los equipos de producción. Sabemos que hay cintas con hasta tres mil personas con créditos, sin contar otras partes del proceso que no acaban ahí. Y esperando las escenas extra, la gente se da cuenta del trabajo que es esto.
No es nuevo. Pero sí es más relevante que nunca. Ahora que la mayoría del entretenimiento se produce por pocas personas, a veces una sola, para ser consumido en la pantalla más chica que tengamos, es de celebrarse que aún haya trabajo para tantos profesionales en la industria.
