Es realmente notable la ira que está provocando el fenómeno social derivado de lo que se denomina la cultura woke respecto al revisionismo de los íconos culturales que marcaron a tantas de nuestras infancias. En México hay altas pasiones ante la idea de que las empresas, dueñas de esos títulos, pongan advertencias antes de compartirlas (o de plano las saquen de circulación cuando son realmente representaciones que agravan la discriminación, el odio y el racismo).
Vaya, solo escribir de eso parece que es percibido como un intento más de censura, y así es como al hacerlo fui inundada de fotos de Miss Piggy y Pucca acusándolas de acosadoras también. Bueno, de que lo son lo son, pero me parece más allá de interesante la reacción de querer cancelar al cancelador haciendo curiosas equivalencias, o exigiendo que no se revise ninguno de estos temas, aunque sea para concluir que no en todos los casos están siendo cancelados, sino contextualizados, y que en muchos casos son grandes herramientas de distracción masiva.
Estamos muy enojados, y razones nos sobran. Hoy, más que nunca, una buena revisión semántica de lo que siempre ha sido nuestro entretenimiento podría ser sana, de no ser porque nuevamente los extremos se tocan. Por un lado, un grupo de personas tratando de anular todo lo que alguna vez fueron nuestros recuerdos inocentes de la infancia, e insultando a todo el que se oponga, llamándolos absurdamente racistas y todo el abanico de insultos; y del otro, están los que sienten amenazadas todas sus libertades y las abanderan de forma simplista insultando a toda una generación por ser demasiado sensible y amenazando con cancelar a cualquiera que se asome a la materia.
Twitter: @susana.moscatel