Sesenta jóvenes celebraban un cumpleaños. Al lugar llegaron al menos veinte delincuentes a bordo de cuatro vehículos y comenzaron a disparar en contra de los asistentes.
Quince de los estudiantes murieron.
Aún en el novenario, el Presidente se reunió con las familias que no dudaron en reclamarle cara a cara la sugerencia de que “en algo andaban”. Le dijeron que sus hijos no eran criminales y que en tanto no se detuviera a los asesinos, el responsable del crimen era el propio Presidente quien, en ese contexto, les ofreció una disculpa.
Días, semanas y meses después se dieron varios eventos: el Ejército, la Policía Federal y la Procuraduría General de la República detuvieron a un gran número de responsables.
A poco más de un año después, autores materiales e intelectuales obtuvieron hasta 240 años de prisión por la muerte de los jóvenes. Parte de estas detenciones fueron posibles por la colaboración del gobierno mexicano con la DEA, quien provocaba la intervención de comunicaciones de los grupos delictivos.
En el lugar se construyó un parque y un memorial para que el atroz crimen no fuera olvidado. A los pocos días se puso en marcha un programa que involucró el trabajo de colaboración del gobierno federal, el estado y el municipio, con 160 acciones precisas y medibles en distintos ámbitos.
En los dos años siguientes, la tasa de homicidios disminuyó un 60 por ciento. Las dos organizaciones delictivas que se encontraban en constante enfrentamiento y eran causantes de extorsiones y de homicidios por cuota, habían sido desmanteladas.
Hablamos de Ciudad Juárez, Chihuahua, luego de que la medianoche del 31 de enero de 2010, jóvenes que festejaban en Villas de Salvarcar fueran agredidos.
Los homicidios colectivos no ocurren porque los muchachos consuman drogas, porque son integrantes de un grupo delictivo contrario o porque anden muy tarde en la calle o de fiesta.
Se presentan cuando se despoja del sentido humano a las víctimas, cuando hay victimarios con fácil acceso a armas de fuego, cuando un grupo delictivo cuenta con los medios físicos y el poder para emprender una matanza sin poner en riesgo su propia integridad física, cuando hay una profunda crisis de un sistema de poder, cuando la legitimidad del poder del Estado está fuertemente objetada, cuando hay un fenómeno de polarización en el que hablamos de “nosotros y ellos”. De acuerdo a las y los académicos, los homicidas son frecuentemente hombres y solteros, que han vivido una transformación psicológica profunda en la que por distintas vías, se libera de las inhibiciones. ¿Sus razones? El odio, la religión, cultural o meramente criminal. Ocurren en zonas escolares de Estados Unidos, pero también en Argelia e India cuando están por enfrentar un periodo electoral.
La no impunidad y el Estado de Derecho son el único antídoto y remedio.