Hasta hace algún tiempo, el reto de las autoridades locales en México era hacer ciudades seguras: que la gente pudiera caminar tranquila o por las calles sin que el ladrón del barrio afectara su patrimonio.
Hoy los delitos patrimoniales son desplazados por el homicidio y la extorsión, entre otros de los que está detrás el crimen organizado.
La solución en seguridad para las ciudades ya no son los “patrullajes estratégicos”, porque no evitarán la muerte de un abogado que representa a defraudados en temas inmobiliarios de los que está detrás un cártel. Tampoco impedirán los multihomicidios en un punto de venta de droga, en el que aunque ya se cuenta con una carpeta de investigación, no hay orden de cateo para inhabilitarlo.
Pensar solo en patrullas que tengan la capacidad de detectar vehículos sospechosos cuando están en su jurisdicción, tampoco evitará que jóvenes participantes en una fiesta sean asesinados por integrantes de un grupo delictivo que se cuelan con armas largas y ganas de desquitarse. Para tener un mayor alcance son necesarias labores de inteligencia, incluyendo intervención de comunicaciones.
Actualmente ningún alcalde, alcaldesa o partido político puede prometer ciudades seguras con una Policía cuyo carácter preventivo sea solo la presencia. En el mismo sentido, ningún actor de la oposición puede y debe hacer leña del árbol caído en la búsqueda de una posición, porque entenderá enseguida que no es lo mismo ser borracho que cantinero.
Entonces ¿qué posibilidades tiene un municipio de hacer frente a los nuevos retos en materia de violencia e inseguridad? Las tiene, siempre y cuando replantee sus prioridades, nombramientos y acciones estratégicas.
Primero: sí, la difusión y las fotos son importantes, pero lo es más tener reuniones útiles con el equipo de seguridad, en primera instancia para comprender el fenómeno delincuencial en su demarcación. A partir de ello, se puede conocer cuáles son los alcances y retos del municipio y dar seguimiento, con disciplina, a las acciones. Las reuniones de emergencia tras un evento de alto impacto, a las que va un montón de gente y se toman muchas fotos, sirven solo para eso: para tener fotos, no más.
Segunda: escuchar. Alcanzar una posición de mando puede confundir la mente y hacer creer que se tiene la verdad y conocimiento absoluto. Callarse y poner atención a las opiniones y propuesta de los equipos de trabajo, de especialistas (reales) y aprender de experiencias en condiciones similares, es acumular sabiduría.
Tercera: invertir en la Policía, no solo en sueldos, sino en el factor humano. Si se contratan patrulleros, solo se tendrán patrullas circulando. Si se reclutan perfiles especialistas, se obtienen policías con especialidades que pueden ir desde la psicología, derecho y hasta científicas.
Cuarta: Profesionalizar a la Policía para potencializar sus alcances. No se trata de que tomen “Proximidad Social 1”, 2 y 3, sino que puedan avanzar a los siguientes escalones que la ley contempla: la investigación. Una Policía (incluso municipal) que investiga, es más preventiva que una Policía que patrulla miles de kilómetros.
Quinta: No conformarse con lo que hay. Se teme cambiar titulares bajo la creencia de que es mejor malo conocido que bueno por conocer. Aún con resultados deficientes, a veces se les sostiene en cargos por motivos incluso políticos, con las funestas consecuencias de pérdidas de vidas, gobernabilidad y paz social. Además, no hay que dejarse “apantallar” o que la testosterona se alimente de “pequeñas victorias” al estilo cazador, donde los detenidos se muestran como un trofeo que permite apagar las demandas de los dioses del Olimpo.
Son tiempos difíciles, en los que la paz y tranquilidad de las ciudades van más de atender los delitos patrimoniales. La amenaza del crimen organizado es la más sensible para la ciudadanía y aunque difícilmente el municipio podría terminar con él, si puede generar condiciones para mantenerlo a raya y mantener el respeto por la autoridad. Actuar permite proteger a la Policía, al espacio público y las actividades lícitas en las que la delincuencia busca colarse cada día más. El tiempo se agota.