Construido en 1958, el Cereso La Loma de Nuevo Laredo, Tamaulipas, se convirtió para el 2000, en un ejemplo de impunidad. Fugas, pleitos, homicidios, fallecimientos por tuberculosis y hasta un corrido, son los recuerdos que dejó este centro penitenciario.
Yo había sido transferida del entonces Cisen a la PFP, en específico, a la Coordinación de Inteligencia. En abril del 2000 recibí la encomienda de realizar una investigación que permitiera el traslado de delincuentes a otros penales de máxima seguridad.
Aunque se había nombrado un nuevo director en el Penal, los internos e incluso sus familiares, evitaban que asumiera el cargo, haciendo evidente que existía un autogobierno en el centro penitenciario.
Se había intentado el traslado de los reos peligrosos, pero la fuga de información y la infiltración de delincuentes en aeropuertos, centrales de autobuses, servicios de taxi, grupos de policías y hasta medios de comunicación, hacían la labor casi imposible. A ello se sumaba la contratación de mujeres para que, junto con niños, se manifestaran afuera del penal cada vez que se detectara alguna acción de la autoridad.
Fue entonces cuando se optó porque la Policía de la Federación realizara el operativo. Se conformó un equipo pequeño que reunió información, incluyendo planos y croquis del penal, parecía un cuento de ciencia ficción.
Un reo de apellido Martínez Herrera tenía el control del penal, con una estrecha relación con la policía local, que estaba a su servicio y al de su familia. Su celda tenía puertas electrónicas, almacenaba armas, radios, teléfonos celulares y hasta scanners para interceptar llamadas y frecuencias de radio, así como un sistema de circuito cerrado con vistas al interior y exterior del penal, así como a sus domicilios particulares. Su cama era tamaño king size, tenía aire acondicionado y una pequeña cantina.
El 15 de mayo, antes de la medianoche, por tierra y por aire llegaron 500 compañeros a Nuevo Laredo. Hasta ese momento se había logrado contener la información, pero en cuanto aterrizaron las poderosas aeronaves institucionales, se comenzaron a movilizar personas al exterior del penal, hasta llegar a ser 150, incluyendo a mujeres y niños.
El Grupo de Operaciones Especiales se colocó en puntos estratégicos, encapsularon a los manifestantes y la Policía ingresó por la puerta principal para tomar el control del penal.
Los compañeros se toparon con que los internos habían soldado las puertas de las celdas para evitar ser transferidos, lo que no duró mucho cuando los gases para dispersar tumultos, activaron sus súplicas de que los dejaran salir.
Poco a poco se fue tomando el control y uno a uno se trasladaron a los internos al patio para el pase de lista. Al nombrar al reo Martínez, omitió su respuesta y permaneció con la cabeza baja, hasta que otro reo lo señaló discretamente. Y así terminaron 16 años de autogobierno. El penal fue derrumbado años después y en su lugar, está la Plaza Libertad.