Me acordé de él esta mañana. Mientras, ojeaba el periódico durante el almuerzo, uno de los titulares hizo que soltara el tenedor. Hacía mucho que no lo veía. A decir verdad, solamente lo había visto dos o tres veces. Siempre en el corazón de la ciudad.
La única vez que eché una mirada a través de aquel aparato, quedé enojado. Me molestan los cobros excesivos. Siento que las cuentas infladas son intentos de verme la cara de idiota. Supongo que uno tiene suficiente con el gobierno.
El caso es que, luego de uno o dos minutos de estar encorvado, intentando ver algo más que una luz sin chiste en el telescopio, aquel tipo me dijo algo así como son cien pesos, 50 por persona.
La verdad, no me acuerdo cuánto me cobró. De hecho, no recuerdo si iba acompañado o si se trataba de una de esas caminatas en solitario. No lo tengo muy claro. El vaho de los años va empañando la memoria.
De lo que sí me acuerdo es que me molesté. Y no fui el único; salí regañado cuando moví el telescopio tres milímetros. Con su acento argentino se puso a mentar madres: lo tengo que volver a apuntar, ya estaba listo, boludo, nomás tenías que asomarte, bla, bla.
Me resigné sabiendo que, con aquel tipo como guía, jamás encontraría un nuevo planeta. Me cobró y pagué. Cuando lo volví a ver, por última ocasión, le negué la sonrisa que llevo de aquí para allá. Ese es el peor castigo que se me ocurrió.
Me acordé de él esta mañana cuando vi la cabeza de la nota: “Fallece ‘hombre del telescopio’”. Luego: “En el abandono total terminó sus días Claudio Omar, argentino que sufría cáncer”. El cuerpo de la nota fue el que hizo que terminaran de enfriarse mis pies y el almuerzo: “El olor fue el que alertó a los vecinos de la calle 5 de Mayo, a media cuadra de Platón Sánchez, en el Centro de Monterrey.
“Ellos pensaban que la vivienda estaba abandonada, pero era el hogar de Claudio Omar Rodríguez, el argentino que tomó fama por pasar las noches en las calles del Centro para rentar su telescopio a los paseantes.
“Conocido como ‘el hombre del telescopio’, Claudio Omar fue víctima de cáncer en la médula ósea y murió a sus 55 años en la más completa soledad”.
El enojo se convirtió en vergüenza. Ahora me doy cuenta lo estúpido que somos quienes no podemos ver más allá de nuestra nariz.
El hombre del telescopio merece mucho más de cien pesos; me hizo ver, literal y metafóricamente, otro mundo.
@Sergomezv