Política

Enrique Peña Nieto, un regreso tardío que daña a la oposición

Un exmandatario que resurge tras años de silencio puede parecer un soplo de voz experimentada para la oposición, o un peso muerto que remueve viejas cicatrices. El regreso de Enrique Peña Nieto al debate público, tras su autoexilio en España “por respeto a AMLO”, no sólo llamó la atención mediática y agitó las redes sociales sino que ya empieza a erosionar las posturas políticas de quienes han relanzado una confrontación contra los gobiernos de Claudia Sheinbaum y Andrés Manuel López Obrador.

1. Un retorno calculado

En los últimos días, Peña Nieto reapareció en la palestra política dando opiniones en un documental y en una entrevista radiofónica. Antes de ello, sólo se le veía en fiestas, bodas, lamentando el fallecimiento de figuras públicas, luciendo alguna peluca colorida o realizando trucos de magia en Punta Cana.

En sus nuevos mensajes calculados, el expresidente justificó su ausencia: “me mantuve prudente y en silencio”, afirmó, para después prometer que retomaría su voz donde se le invite. ¿Por qué ahora?

Porque el panorama lo exige. La oposición está fragmentada: el PRI languidece y el PAN no logra alzar las velas. Peña no retorna como el sabio veterano que trae un consejo brillante, sino como un intruso: su sola presencia reaviva sus pecados.

2. Un pasado que no perdona

Durante su sexenio (2012–2018), Peña Nieto fue sinónimo de reformas impopulares y corrupción desbordada. Los escándalos marcaron su mandato:

El Pacto por México, una alianza para apuntalar sus reformas, incluyó sobornos a legisladores de PAN, PRI y PRD.

  • El caso Ayotzinapa, donde mostró indolencia, complicidad criminal y ocultamiento de la verdad.
  • La Casa Blanca, la mansión millonaria que su esposa adquirió a través de un contratista del gobierno.
  • Las masacres de Tlatlaya y Apatzingán, con evidencia de uso excesivo de la fuerza del Estado.
  • La Estafa Maestra, una operación que exhibió corrupción institucional tolerada desde Los Pinos.

Al terminar su mandato, su popularidad estaba en la lona: sólo dos de cada diez ciudadanos aprobaban su gestión, frente a una aplastante mayoría que se volcó sobre un líder carismático de izquierda, primero, y luego optó por apoyar decididamente a una mujer progresista que se convirtió en presidenta de México, la primera.

3. Efecto rebote contra la oposición

Hoy, algunos dirigentes de oposición planean vertebrar una nueva derecha o centro-derecha que enfrente a Morena. El regreso de Peña les ofrece discurso… pero a un precio muy elevado.

En redes sociales, aparecen hashtags como #PeñaRegresa, #NoSeOlvida, #Pegasus, y mensajes agresivos que lo recuerdan como el “corrupto tecnócrata” de siempre. ¿Quién contrasta mejor con AMLO y Sheinbaum? Un expresidente cuyo nombre está asociado con la corrupción, la cercanía con las élites y el fracaso de una época.

Sólo entre el sábado 5 de julio –cuando el diario israelí ‘The Marker’ publicó que Peña Nieto recibió un soborno de 25 millones de dólares para comprar dispositivos de espionaje– y el martes 8 de julio por la mañana, el 82 por ciento de los usuarios de redes sociales desaprobaba la reaparición de Peña Nieto, frente a un 18 por ciento que la veía con buenos ojos, de acuerdo con una medición exprés realizada por ‘MilenIA’, la Central de Datos e Inteligencia Artificial de Multimedios.

Además, su presencia dificulta que surjan nuevos rostros prominentes: los jóvenes de PAN y PRI quedan a la sombra de esos veteranos que hundieron a los partidos que gobernaron el país de 1929 a 2018. Antes relanzaron a Ernesto Zedillo –otro cartucho quemado– e incluso hubo quienes intentaron revivir a Carlos Salinas de Gortari –¿sacaron esa carta luego de una profunda reflexión?–. Durante la campaña presidencial pasada, hubo intentos para promover a los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón. Tristes recuerdos.

La oposición sigue extraviada en su laberinto, perseguida por el minotauro del desatino. Cada semana más cerca de la oscuridad, cada mes más lejos de la luz. Y sus intelectuales no encuentran la linterna.

4. La trampa del pasado

Narrativamente, Peña ocupa el lado débil del relato: no es profeta ni víctima, sino un político que vivió entre sonrisas y elogios. Rodeado de mentiras. Ahora intenta reconstruirse como “el expresidente que se fue por respeto”, pero es difícil borrar las promesas rotas y la corrupción cristalizada con escándalos.

Ahora dice que lleva a México “tatuado en el corazón” y defiende su antiguo proyecto: la construcción de un moderno aeropuerto en Texcoco. ¿Quién quería esa megaobra de “ensueño”? ¿La gente de a pie o sus cómplices de negocios? Salir a reivindicar lo impopular no es el camino más inteligente para ningún político, pero la oposición no parece entenderlo porque sólo hablan entre ellos, en salones decorados con copas de cristal cortado.

El problema para el PAN y el PRI es que su regreso genera un dilema: si lo abrazan, arrastran consigo su gestión cuestionada; si le rehúyen por su pasado, pierden unidad. Es la vieja lección de los partidos en crisis: no basta con evocar a una figura, deben aceptar convivir con sus sombras y defender sus viejas hazañas. ¿Y cuáles fueron éstas?

5. Riesgo de retroceso

Para Morena, Peña representa un enemigo con cara conocida, un blanco fácil. En contraste, el partido gobernante construye su narrativa sobre temas de justicia social, soberanía nacional y anti-neoliberalismo. Sus detractores, sin embargo, retroceden sin ganar prestigio moral.

Justicia social vs. corrupción; soberanía vs. entreguismo; transformación vs. restauración. No es una pregunta para sabios, ¿quién gana? Justicia social vs. corrupción; soberanía vs. entreguismo; transformación vs. restauración. La política no perdona el mal timing.

Tal vez por eso su retorno amarra a la oposición con el PRI: lo que pretendía ser oxígeno para resurgir es, en realidad, el peso muerto que impide alejarse del muelle. El ancla hunde, no resguarda al barco de la tormenta.

6. Los tres caminos de Peña Nieto

Peña Nieto tiene frente a sí tres caminos: convertirse en un comentarista ocasional, erigirse en el articulador de una oposición desorganizada o regresar a la discreción –a las bodas, a la fiesta, a las novias.

Por ahora, basta recordar que su regreso implica confrontar el pasado: los archivos de corrupción, la impunidad, el espionaje, el dispendio. Porque un exmandatario siempre lleva consigo la cueva que habitó y la montaña que escaló. Ambas. El saldo no luce favorable y una investigación de la Fiscalía General de la República ya sacó las orejas.

El regreso tardío de Enrique Peña Nieto alimenta incipientemente los argumentos de la oposición, pero su peso histórico podría terminar consolidando el descrédito: regresa no para liderar, sino para desafiar, y lo hace al precio de revivir viejas heridas y recordar que, en política mexicana, el tiempo no siempre cura. Cuando ya no se puede dar la cara, el olvido suele ser menos cruel.

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Salvador Frausto
  • Salvador Frausto
  • Es director de Investigaciones y Asuntos Especiales de Grupo Milenio, editor general de la revista digital ‘Dominga’ y coordinador de ‘MilenIA’, la Central de Datos e Inteligencia Artificial de Multimedios. Autor, entre otros libros, de ‘Los doce mexicanos más pobres’ (Planeta) y ‘El vocero de Dios’ (Grijalbo).
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