El asesinato de José Luis Pereida Robles, secretario general del Ayuntamiento de Teocaltiche, Jalisco, es una prueba dolorosa de la profunda crisis de seguridad que vive esta región. A pesar de las recientes promesas del gobernador Pablo Lemus de pacificar la zona, los hechos demuestran que la violencia sigue conquistada y que el crimen organizado mantiene un control alarmante sobre el municipio.
Teocaltiche, ubicado en la región de los Altos Norte, lleva años sumido en una lucha brutal entre el Cártel Jalisco Nueva Generación y el Cártel de Sinaloa. Esta disputa no solo ha dejado un rastro de sangre en sus calles, sino que también ha permeado las instituciones locales. Basta recordar que el sistema de videovigilancia del municipio, el C2, operaba a favor de los grupos criminales, situación confirmada por el propio gobernador Lemus, quien admitió que un operador del centro de monitoreo está desaparecido.
En los últimos meses, el gobierno estatal ha desplegado fuerzas de seguridad y ha desmantelado centros clandestinos de vigilancia que funcionaban como ojos y oídos de los delincuentes. Sin embargo, estas acciones han resultado insuficientes para contener el miedo y la violencia que se viven día a día. El reciente homicidio de un funcionario municipal, a plena luz del control militar en la región, evidencia que los esfuerzos no están logrando su propósito.
La realidad de Teocaltiche no es un caso aislado. Refleja el estado de vulnerabilidad en el que viven cientos de comunidades en México, donde la impunidad, la corrupción y la falta de coordinación institucional permiten que el crimen organizado opere con impunidad. Cada asesinato como el de José Luis Pereida no solo golpea a una familia o a un gobierno local, también erosiona la esperanza de una población que ya está cansada de vivir bajo amenaza.
La ciudadanía de Teocaltiche no necesita más promesas ni discursos optimistas. Necesita resultados. Necesita un gobierno que sea capaz de recuperar el control territorial, de limpiar las instituciones y de garantizar que quienes buscan servir al pueblo puedan hacerlo sin temor a ser asesinados.
El gobierno de Jalisco tiene la obligación de responder con acciones contundentes y sostenidas. No basta con operativos reactivos ni con declaraciones de condena. La pacificación de Teocaltiche debe ser una prioridad real y no un simple compromiso de ocasión. Porque cada día que se pospone, cada muerte que queda impune, es una herida más en el tejido social de un municipio que merece vivir en paz.