Política

No hay nave de los locos

Resulta curioso que en un mundo globalizado y cada día más segmentado, desde la mercadotécnica se creen nuevos espacios de convivencia con temáticas diversas para todo tipo de personas, pero en contraste los espacios públicos se vuelven excluyentes de las minorías.

Este fin de semana platiqué con una amiga y me decía que tal parece que personas de la comunidad LGBTIQ+ sólo pueden tener acceso a antros, bares y hoteles gay friendly si buscan un lugar de esparcimiento. Sitios en los que necesariamente se tiene que pagar por el acceso o consumir lo que ofrece la empresa prestadora del servicio.

Pero ¿qué pasa si alguna persona no baila, bebe o quiere tener un encuentro íntimo, que tal si sólo quisiera convivir y platicar con otras personas en un espacio libre de violencia y discriminación? Lo vimos recientemente, incluso en una plaza comercial una persona gay puede ser juzgada y discriminada.

Y es que los prejuicios no son exclusivos de una generación, de hecho, el problema no se resuelve despidiendo al guardia de seguridad, pues en el fondo seguimos siendo excluyentes.

Para muestra basta un botón, la pareja de chicos que la semana pasada fue discriminada, fue acompañada por miembros de la comunidad LGBTIQ+ a ese mismo lugar y decidieron expresar que no estaban haciendo nada malo, que sólo pedían no ser discriminados en este espacio y en todo México. Acto que fue difundido en redes sociales, pero que por algunos usuarios no fue bien recibido, pues en respuesta lanzaron comentarios como: “Qué asco!”, “Hola Gays en la plaza, Adiós Heterosexuales, A ver con quien pierden más”.

Estás frases, sin duda son expresiones de cero tolerancia y un reflejo de egoísmo, porque nosotros como heterosexuales vamos al café, al cine, a la plaza comercial o al parque y expresamos nuestro amor de pareja sin miedo a ser discriminados, pero ¿cómo sería un día si lo hiciéramos siendo lesbianas o gays?, sin duda un panorama muy distinto e incómodo.

No sé por qué resulta insultante la idea de que todos disfrutemos de los mismos espacios, esto de excluirlos me suena a esa idea viejísima de “La nave de los locos”, sí ese barco del que se habla en la obra literaria de Sebastian Brant, donde fueron exiliados todos aquellos que eran moralmente reprobables. Pero estamos a décadas de la Edad Media o de la ficción, todos sabemos que no hay un mar que “purifique” a las personas. Que el prejuicio está en la mente y ojo de quien discrimina, no hay nave para locos, porque si la hubiera caeríamos en la misma insensibilidad de hace siglos y se supone ya somos seres civilizados, humanos en la extensión de la palabra, o al menos a eso aspiramos.

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Rosario Portillo
  • Rosario Portillo
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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