Por trabajo ando en España, pero la agenda no me ha privado de disfrutar de su gente recia y generosa, hermoso territorio, esplendoroso arte, vasta cocina e inmejorables vinos.
El bullicio y dinamismo de Madrid, con su plástica conjugación de construcciones modernas y centenarias, sus museos y obras impresionantes y cálidas plazas públicas, hacen sentirme en México… su bello Paseo del Prado recuerda nuestra avenida Reforma y la fuente de Cibeles replicada en la colonia Roma.
Por la Gran Vía arribar a la Plaza de España y encontrar la majestuosa estatua de Cervantes y las efigies del Caballero de la triste figura y su fiel escudero Sancho, me sensibilizó, emocionó e hizo recordar mis lecturas adolescentes sobre aquel trastornado soñador e incansable luchador por su profundo amor y deseo de justicia.
Ante ese simbólico monumento meditaba que la historia se caracteriza por los constantes encuentros entre razas y culturas, dibujados por sus propias circunstancias. Y, sin duda, las sociedades de hoy —y de mañana— son fruto de profundos procesos de mestizaje originados por fenómenos migratorios. Contraponerse a ello es tanto como negar la naturaleza humana…
Y también pasé por las asombrosas ciudades moriscas de Córdoba, Granada y Sevilla, y hoy en la radiante Barcelona del mágico Gaudí… Pero lo más valioso y emotivo de este periplo ha sido que muchísimas personas de esas regiones me han señalado su gran aprecio para México y su preocupación por el riesgo que significa la gestión de Trump.
A muchísimos les gustaría que el gobierno español —que ya expresó su solidaridad— alzara la voz con mayor contundencia y liderara un gran movimiento de respaldo en la comunidad europea. No falta quien manifiesta que toda agresión a México también es contra España y otros que recuerdan la fraternidad con la que miles de españoles fueron recibidos en nuestro país al emigrar por la Guerra Civil... Este momento ha de fortalecer aún más los lazos que nos unen, como en el campo académico lo hace la nueva etapa del Instituto Universitario Ortega y Gasset en México.
Y camino al Vaticano continúo mi viaje con la firme convicción de que la base de la justicia se encuentra en la igualdad genuina entre mujeres y hombres de todos los pueblos y culturas. Y quien se oponga a ello, más temprano que tarde, habrá de ser arrollado por la fuerza de la razón y de la historia…
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