Política

Pecadora tenía que ser…

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A ver, a ver… ¿cómo está eso de que la mujer no es un ser soberano de origen, sino que proviene de la costilla del hombre? ¿Sería una especie de accesorio, entonces? Y, ¿qué me dicen de que Eva fue la primerísima culpable de tentar a Adán y de llevarlo —pobrecito, oigan, perdió su inocencia porque una tía, como se dice en la Península (aquí las llamamos viejas y los franceses, tengo a bien informarles a ustedes, amables lectoras y lectores, las tildan de nanas, con acento prosódico en la segunda sílaba, mientras que los güeyes de allá son mecs)— a consumar el primer pecado de la historia de los hombres y a merecer la consiguiente expulsión del Paraíso?

Tan bien que hubieran podido seguir ambos, hombre y mujer, en el edén, por los siglos de los siglos… Pero no: ella lo hizo caer en tentación a él, ella fue la voz de la desobediencia, por así decirlo, y, a partir de ahí, la naturaleza femenina fue la encarnación misma de la impureza.

Las cosas han cambiado y las mujeres de hoy no sólo se rebelan con la furia germinada a lo largo de miles de años de avasallamiento, sino que exigen un orden diferente donde los agresores —los machos que las han violentado y que instauraron un injusto sistema de complicidades— no puedan ya seguir mereciendo la impunidad de siempre. Y sí, hay también abusos y excesos cometidos por las antiguas oprimidas en su nueva condición de denunciantes: hablando del papel que puedan desempeñar los hombres no sabemos ya, de pronto, dónde está la frontera que separa al seductor desenfadado del abusador criminal y la consecuente oleada prohibicionista, disfrazada de corrección política y alimentada, en el caso de las causas feministas, del desatado revanchismo que cultivan las activistas más beligerantes, nos está llevando a vivir en un mundo asfixiante donde hasta el más mínimo espacio de libertad habrá de ser censurado y condenado por los flamantes inquisidores.

Pero, de todas maneras, ¿no resulta en verdad perturbador, aparte de sospechoso, que en los orígenes mismos de nuestra cultura judeocristiana la mujer aparezca como una mera derivación del individuo masculino y que, a las primeras de cambio, se convierta en la más acabada representación del pecado? ¿Qué universo hemos construido a partir de ahí?

Estamos hablando del ámbito religioso, desde luego. Ocurre, sin embargo, que la gran mayoría de nosotros nos encontramos en misa los domingos. Algo nos quedará todavía, pensaríamos entonces, de aquellos mitos fundacionales siendo que fueron, en sus momentos, verdades consagradas y que a partir de ahí se consolidaron modelos, arquetipos y paradigmas, así fuere de manera inconsciente. Justamente, el conservadurismo se sigue nutriendo, a estas alturas todavía, de esa materia original: las pecadoras son siempre ellas, en el apartado de los placeres, y el peor insulto que puedes decirle hoy a un sujeto es que es un “hijo de puta”. La expresión, lo sabemos, se refiere a la vileza del canalla, pero no deja de ser desaforadamente sexista.

¿Qué tanto tendremos que remontarnos al pasado —y cuestionarlo— para poder desarmar todo este edificio? 


revueltas@mac.com


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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