La tenacidad para abrirse camino en la vida es una virtud: los perseverantes no se desalientan al fracasar y se empeñan incansablemente en alcanzar sus fines, desafiando valerosamente las adversidades que encuentran en el camino. Son personas de una ejemplar fortaleza, individuos que suelen salir triunfantes, luego de los consabidos afanes y desvelos, de las gestas que emprenden.
La tozudez es otra cosa: el necio no escucha razones y su terquedad es fundamentalmente perniciosa en tanto que desatiende las evidencias, así sea que tengan el tamaño de una casa.
Hacer esta distinción es muy pertinente justo en los momentos en que la figura de Donald Trump se erige en el horizonte como un auténtico peligro para el orden democrático y la estabilidad del mundo entero.
No es, ni mucho menos, el mejor candidato para liderar la nación más poderosa del planeta pero, miren ustedes, parece ser el que prefieren los ciudadanos de nuestro vecino país.
Más allá de lo que puedan expresar los votantes, la catastrófica perspectiva de que conquiste otra vez la presidencia de los Estados Unidos hace que la cuestión de evitar parecido desenlace se vuelva algo absolutamente urgente.
Es una empresa de la más suprema importancia, considerando todo lo que está en juego, y suenan ya las alarmas en muchos sectores de la sociedad estadunidense. Pero, justamente, quien no parece estar demasiado preocupado por las cosas es un hombre tan testarudo como desconectado de la realidad que, en las actuales circunstancias, sería el primerísimo encargado de cerrarle el paso al nefario caudillo.
Joe Biden, en efecto, no ha aquilatado la colosal dimensión de su responsabilidad. Su tenacidad lo llevó, en su momento, a ocupar el cargo político más importante de cuantos existen. Pero ahora —torpe, incoherente y confuso precisamente cuando debería ser el más acometedor en el campo de batalla— su obstinación no es productiva sino, por el contrario, una verdadera tara: el hombre, en lugar de retirarse dignamente de la contienda, se emperra meramente en prolongar su lamentable ofensiva, siendo que tiene la pelea perdida.
Por cierto, ¿una nación tan grande sólo ha podido engendrar a estos dos candidatos presidenciales? ¿Nadie encontró, entre toda la población, a algunos mejores?