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Ganar de manera honorable sí importa

Este escribidor se pregunta, de pronto, si tiene mérito alguno ser fanático del Real Madrid. O sea, un equipo que avasalla a todos los demás –así sea que el Barça o el Atleti le puedan plantar cara, a veces, en la liga local o de que caiga en semifinales en alguna Champions—y cuyos triunfos son tan predecibles, ¿no termina siendo supremamente cómodo de seguir?

Ya les ha sido informado a ustedes que el gacetillero que tan trabajosamente teclea estas líneas lleva a las Chivitas en un segmento de su corazón. Pues, miren, sin deseos de alardear, esa afición es mucho más ejemplar en tanto que está sujeta a la prueba de los fracasos, a la repetida frustración de ver que las ilusiones se desvanecen en los torneos, a la insufrible soberbia que exhiben los mentados rivales históricos –los odiosillos del América— y a la simple realidad de que el club no gana títulos.

Y, ¿qué me dicen ustedes de quienes acuden a apoyar, semana a semana, a un equipo como el Cruz Azul? Decepción tras decepción. Por cierto –y siendo que los cementeros se habían convertido en los favoritos de este articulista—, ¿no es escandaloso que los árbitros hayan sido los grandes protagonistas de las últimas finales en la Liga MX?

En el partido por el título del anterior torneo Apertura, la expulsión de un jugador de Tigres inclinó la balanza en favor de los de Coapa luego de que las cosas estuvieran muy igualadas. Y, el pasado fin de semana, el mejor equipo en la cancha fue el Cruz Azul hasta que fuera decretado un penal absolutamente dudoso en su contra, un castigo al que no pudo ya sobreponerse.

Lo que vimos ayer en el gran estadio de Wembley, la llamada catedral del fútbol, fue otra cosa. Para empezar, es el mejor balompié que se juega en el mundo. Y, en lo que toca a la actuación del supremo comisario en la cancha, unas tarjetas amarillas sacadas muy oportunamente para avisar a los jugadores por dónde iba el tema, y hasta ahí.

Vimos, una vez más, que el futbol no es un asunto de merecimientos sino de anotar goles. El juego del Dortmund fue extraordinario en la primera mitad hasta el punto de que pareció borrar del escenario a su rival. Pero, frente a un Madrid no puedes dejar pasar las oportunidades y los balones que no pudo meter el equipo alemán en la otra portería fueron, como se suele decir, goles en contra.

Lo del Madrid tiene un componente casi mágico. La Champions es lo suyo y cuando parece que no va a consumar un nuevo triunfo suelta un latigazo y sentencia el partido.

Otro mundo, el futbol europeo. Más allá de la portentosa calidad sus equipos, no está marcado por muy sospechosos favoritismos o, digamos (siendo menos malpensados), por la ineptitud de los árbitros.

El Madrid conquistó su última Champions sin reservas ni dudas. Aquí, los títulos se ganan con mucho menos gloria…


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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