Los aficionados al balompié de este país –así de pacientes, estoicos y fieles que somos (más allá de que respondamos muy airadamente a los repetidos fracasos de nuestros equipos pero, miren ustedes, pasan apenas unas semanas y a la siguiente temporada seguimos estando allí, apoltronados dócilmente delante del televisor o, inclusive, de cuerpo presente y bien animados en las gradas de un estadio)— no estábamos enterados de que doña Suprema Selección Nacional de Patabola de Estados Unidos Mexicanos era un ente provisional, es decir, un conjunto transitorio, pasajero y momentáneo.
O sea, que no ha sido, hasta ahora, lo que tiene que ser.
No sé si les quede claro a ustedes, amables lectores, lo que estoy diciendo pero se los voy a explicar con señales y pelos –o como se diga (imitando descaradamente el estilo de los artículos de mi muy querido y estimado Gil Gamés, alias Rafael Pérez Gay, con quien intercambio impresiones en directo cuando están teniendo lugar algunos, no todos, de los partidos de futbol que acontecen en el planeta)— y, comenzando con el proceso aclaratorio, me permito secundar las declaraciones de los señores directivos del balompié estadounimexicano con las cuales no sólo pretendieron justificar las paupérrimas actuaciones del Tri en las últimas competiciones sino, sobre todo, callarnos la boca a los críticos.
Dicen ellos, los mentados responsables de la materia futbolística en estos territorios, que no hay que tomar medidas radicales –digamos, nacionalizar aceleradamente a naturales de Portugal o de Turquía o de Francia para que jueguen en la Selección o cambiar a toda la plantilla o poner de patitas en la calle al director técnico— sino que se debe proseguir con un tal “proceso”.
Es importante el término porque, justamente, implica que todavía no cuajan las cosas, que vamos a medio camino y que el objetivo todavía no se alcanza. Pero, también (y de pasada), que no hay que interrumpir la empresa de alcanzar el paraíso, el nirvana futbolístico, a saber, llegar al famoso quinto partido en un Mundial que, por si fuera poco, vamos a celebrar en México de manera conjunta con Canadá y los Estados Unidos.
Va a ser algo importantísimo, vaya que sí, y por eso mismo, porque está en juego tan portentoso logro, es que el Tri está obteniendo los peores resultados de los últimos tiempos.
¿Ya entendieron ustedes, con perdón, de qué va el tema?
Sigamos reiterando la exposición de motivos, por llamarla de alguna manera, que nos ofrecen los antedichos directivos para apuntalar sus argumentos: el equipo no tenía puesta la mira en la Copa América 2024 ni tampoco era prioritario clasificarse para los Juegos Olímpicos de París ni ha sido tampoco primordial ganarle al conjunto de las barras y estrellas (son ya siete partidos al hilo, desde 2019, sin cosechar una victoria) ni salir airosos en la Concacaf Nations League.
El supremo propósito, como nos lo han hecho saber y como este escribidor se permite resaltarlo ante ustedes, es llegar bien al Mundial. Por eso, porque todavía no tiene lugar la gran cita futbolística, es que el Tri no gana nada.
En eso estamos. Es un proceso. Y, sobre todo, no debe ser interrumpido. ¿Está claro?