Este domingo 4 de junio elegiremos al próximo gobernador del estado de Coahuila, lo haremos en un clima enrarecido por la clase política enquistada en el poder obsesionada en retenerlo por otros seis años, sin importar las condiciones de pobreza (30.2 por ciento) y marginalidad en que se encuentran algunos grupos sociales, tema ampliamente documentado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social.
La clase política, grupo selecto que se erige como el gran poderosos y controlador de la vida política, social y hasta cultural, casi nunca da la cara, quienes la dan son esos actores políticos dispuestos a casi todo con tal de disfrutar el poder y los beneficios económicos y materiales que se pueden poseer estando al servicio de ese grupo selecto.
En estos días hemos visto una buena cantidad de ellos en eventos caracterizados por el dispendio. ¡esas campañas político electorales que se pagan con dineros de nuestros impuestos¡ ¡viva el dispendio¡ ¡que inicien las campañas del 2018¡
Partidos políticos con registro estatal y federal en una proceso en el cual las campañas para la gubernatura se caracterizaron por el lodazal de que fueron capaces de lanzarse. Propaganda política televisiva cuya mayor virtud es no decir nada en 30 segundos para un público que ya transitó para nuevas modalidades de divertirse y de informarse. Guerra sucia devenida en estrategia política en la cual las armas son el desprestigio, el miedo y el anonimato que a la vez ya no es tanto.
Hay un clima de tensión social en el cual se habla de porcentajes altísimos de ciudadanos deseosos de que haya un cambio. Panistas radiantes que piensan que eso es factible. Príistas seguros de que la estructura que tienen les dará para retener la gubernatura y el congreso local. Independientes convencidos que el hartazgo y el deseo de cambio se traducirá en votos para ellos.
Ciudadanos activos que promueven y buscan el cambio. Sociedad que difícilmente se volcará en las urnas para darles ese gusto. El lunes 5 de junio podemos despertar y ver que todo fue una fantasía. Una realidad alterna que alguien tejió y la hicimos nuestra.
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