Vaya sorpresas las del gasolinazo, éste ha venido a exhibir la pobreza de ideas y los discursos de doble vínculo que utiliza un gobierno, el de Enrique Peña Nieto, para tratar de contener la furia, el enojo y la desesperación de una sociedad harta de las torpezas administrativas y políticas de nuestros gobernantes, claramente identificadas en el famoso gasolinazo.
¿Recuerda usted a esa bola de funcionarios públicos, actores sociales identificados con el priismo en el plano nacional, enquistados en super secretarías de estado, o cómodamente instalados en la cámara de diputados y de senadores, haciendo declaraciones vergonzosas de que el país no tendría viabilidad de desarrollo social si no se incrementaba el precio de la gasolina?
Hoy el precio de los combustibles sigue siendo el mismo, por decisión oficial, y esos personajes no salen a dar la cara para explicar cuáles son las variables que le siguen dando viabilidad al país, ¿no presagiaban el caos y la debacle? O ¿era sólo un coro de voces que buscaban complacer al presidente de la república? Ahora queda claro a quién representan.
El efecto social del gasolinazo sigue en pie y sus consecuencias son aún impredecibles. Hoy sus efectos están presentes en aspectos de la vida cotidiana, como siempre los sectores socioeconómicos menos favorecidos son los que resienten de inmediato estas decisiones absurdas, en el mediano plazo el efecto hartará a un sector, clase media, con herramientas y estrategias de acción social que buscarán incidir en la toma de decisiones para atenuar esos efectos.
En el largo plazo los efectos sociales del gasolinazo se mezclarán con otros hechos sociales; violencia social, crimen organizado, crisis financiera, los dislates de Donald Trump, la inminente deportación de miles de mexicanos radicados en los Estados Unidos de Norteamérica y las elecciones presidenciales en México del 2018, Una bomba de tiempo que no sabemos en qué terreno estallará. La mecha será encendida este 4 de junio. Veremos quién lo hace.
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