Hubo un tiempo en el que la farándula y la función pública vivían separadas. Cada quien por su lado, unos sirviendo a los otros, los otros sirviéndose de los unos. Quizás fue antes, se habla de Hidalgo y la Güera Rodríguez, pero ya instalados en la llamada "política moderna", quien dio el salto del tigre y le cayó de hocico a la Tigresa, fue el conocido Héroe del 68, un presidente bocón y asesino a quienes muchos muy machos comienzan a extrañar como sinónimo de firmeza en el poder.
Pero ese no era el punto, no para esta columna acostumbrada a tratar temas de profunda reflexión y análisis, sino cómo a partir de los zarpazos de la Tigresa a un muy hocicón presidente, poco a poco se fue estableciendo una alianza entre los protagonistas de la farándula y los protagonistas de la política, que aunque usted no lo crea, no son lo mismo.
Precisamente la confusión inicia más o menos en esos tiempos y después se fue extendiendo hasta la desaparición casi total entre una y la otra, incluyéndose al deporte y a la vida en "socialité". Algunos llaman a este fenómeno "la civilización del espectáculo" teoría que uno de sus principales exponentes, el gran Pantaleón, aquel de las visitadoras, se vio en la necesidad de probarla metiéndose a la cama con una influyente socialité y articulista de una revista de chismes sobre los famosos. Dicen los que saben, que fue prueba superada.
Pero esa ya cotidiana unión de todos contra todos, en donde no se ve el límite entre la política, el espectáculo, la religión o el deporte, hace que las prácticas se confundan hasta el extremo de no saber con seguridad si quien gobierna es un actor o si una actriz es presidente, pero esos temas ya a nadie le importan. Lo importante es que todos salgan en la tele y tengan muchos likes y retuits en sus redes sociales.
Por eso, cuando un cantante de rancheras se accidenta después de una buena peda con los cuates, es normal que actúe como actuaría cualquier político. Es decir, aquí no pasó nada y si pasó no es cosa que a ustedes, simples espectadores, les importe.
Dile al comandante que se encargue del vehículo y a mi jefa de prensa que diga que todo está bien, que lo que oiga en los medios son mentiras y que yo gozo de buena salud y de una vista privilegiada desde el jardín de mi casa.
Igualitos.
roberto.castelan.rueda@gmail.com