La deportación a Estados Unidos de Zhi Dong Zhang, también conocido como Brother Wang, no ha recibido la atención que merece. Habiéndose convertido en uno de los principales enlaces entre los cárteles de Sinaloa y de Jalisco y los fabricantes de precursores químicos en China, desde 2016, Zhi se movía con total soltura entre Estado de México y la capital. Hasta que fue requerido por Estados Unidos, donde está acusado de tráfico de cocaína y fentanilo y, en particular, de lavar, en buena parte a través del sistema financiero mexicano, más de 150 millones de dólares.
Nuestros soldados lo fueron a apañar en Lomas de Santa Fe el 31 de octubre de 2024. Luego de procesarlo, inexplicablemente el juez le otorgó arresto domiciliario, de donde, a pesar de contar con custodia militar, se fugó por un túnel en julio de 2025. Un mes después, luego de viajar a Cuba y de tratar sin éxito de entrar a Rusia con un pasaporte falso, fue regresado a La Habana, donde apenas pudo disfrutar de un par de mentiritas —que así le llaman en la isla a las cubas libres— cuando, a principios del mes en curso, lo arrestaron y lo enviaron envuelto para regalo al siempre amigo gobierno mexicano. En México pasó apenas unos días, esta vez en la cárcel, antes de ser llevado a Atlanta, donde le espera un juicio de pronóstico reservado.
¿Por qué? Pues porque Zhi Dong tiene el mapa completo del entramado financiero que sostiene al narcotráfico mexicano, ese que en nuestro país, hasta la reciente bomba del Fincen, no se tocaba ni con el pétalo de una auditoría. La orden de arresto gringa menciona cerca de 150 compañías pantalla y 170 cuentas de banco ligadas a la organización criminal de Zhi Dong; las señaladas en el caso específico de CiBanco, Intercam y Vector son apenas una veintena.
Cada vez con más frecuencia, al recibir nuestros narcos carretadas de efectivo en suelo gringo, las turnan a lavadores como Brother Wang. China vive hambrienta de dólares por el control de cambios propio de su sistema político que, a la fecha, solo le permite a sus ciudadanos sacar del país 50 mil dólares por persona al año. Entonces, por una módica comisión de entre 0.5 y 2 por ciento, los cárteles entregan los verdes que los chinos tanto ansían y estos, a través de bancos sin escrúpulos y de compañías pantalla de bienes raíces, de arte o de insumos varios, los mueven a México, sí, pero también, digamos, a Andorra, Panamá o Singapur, o les surten más precursores a modo de pago.
Algunos de esos dólares viajan de vuelta a China, o a México, en acarreo hormiga: como el Fincen requiere, para toda transferencia de más de 10 mil dólares, identificadores y candados muy específicos, una de las maneras más gustadas de mover dinero sucio, porque es prácticamente imposible de rastrear y porque sus comisiones son mucho más baratas que las del mercado negro, es a través del envío de remesas. Sí, esas que tanto nos presumía López Obrador y que en 2024 casi rebasaron los 65 millones de dólares. Un récord histórico.
Olvídense del Mayo y de los Chapitos; presiento que la primera voz en ese coro va a venir siendo la de Brother Wang.