Sin cargo público de ningún tipo, sin presencia en los medios y noticiarios electrónicos (solo cuando se trata de tundirle), con recorridos a ras de tierra y sin comitivas de acompañamiento, AMLO ha tomado ventaja en sondeos, sobremesas de café y charlas informales sobre la próxima sucesión presidencial.
La mayoría de estas alusiones son abiertas, pero otras son referencias públicas veladas, donde se ha vuelto "el innombrable". Unas y otras le están ayudando a reposicionarse.
El último empujoncito para mantenerlo en el top of mind como dicen los publicistas, provino del mensaje del tercer Informe de gobierno, donde una vez más se lanzaron advertencias contra el populismo y la demagogia.
La verdad es que las cosas se le están acomodando al líder del partido Morena para correr por tercera ocasión tras la Presidencia de la República. Mencionemos solo cuatro factores.
La situación económica del país. Si la primera mitad del sexenio fue de crecimiento inercial, la segunda podría ser igual o peor. La caída en los precios del petróleo, la devaluación, el presupuesto base cero, el repunte de la inflación interna, el inminente aumento en las tasas de interés y la desaceleración de la economía internacional, especialmente la china, anuncian que los siguientes tres años podrían ser de pasmosa atonía.
El diagnóstico de AMLO ha sido el mismo de las dos campañas anteriores: el país no se desarrolla por la corrupción, el gasto dispendioso y la privatización del patrimonio público. Solo que ahora no está solo en esa visión. Una buena parte de la población coincide con él y voces internacionales, como el ex alcalde de Nueva York Rudolph Guliani, en su reciente conferencia ante becarios de la Fundación Telmex, lo secundó al decir que en seis meses se arreglarían los problemas de México solo con resolver el problema de la corrupción. Desenlaces como el de Guatemala, refuerzan esa percepción.
El segundo factor a favor es el crecimiento del voto antisistema entre los ciudadanos de diversos segmentos sociales y grupos de edad. Este voto se compone de un rechazo o pérdida de credibilidad en los políticos tradicionales, en la partidocracia y en las instituciones que rigen la vida pública, desde la procuración de justicia y seguridad hasta las electorales. Este voto favorece opciones "por fuera" del sistema como los candidatos independientes y al mismo AMLO, a quien se percibe como el opositor más sistemático y, en ese sentido, menos comprometido con el poder. Son muchos los que están dispuestos a "mandar al diablo" no solo a ciertas instituciones, sino a un sistema elitista y cerrado que ha dejado de representarlos.
El tercer factor es la reedición del TuconAMLO (Todos unidos contra López Obrador), que promueven PRI-PAN-gobierno-empresarios, para crecer sus negativos y bajar las preferencias. Es la nueva versión del "peligro para México"; sin embargo, pocos creen en ella porque después de lo que el país ha vivido en los últimos años en materia de inseguridad y desempleo, peor se antoja imposible.
El cuarto elemento a favor es la aritmética electoral. El próximo Presidente de México podrá serlo con 18 millones de votos, dada la balcanización de la representación electoral. En 2006, AMLO obtuvo 14.7 millones y en 2012 15.9 millones. Estaría a 2.1 millones de la meta.
¿Estamos frente a un político populista o ante un líder populisto?
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