¿En qué momento inició la espiral de violencia, inseguridad y cartelización de Michoacán? Los anales históricos consignan la fecha y la autoría: diciembre de 2006, durante una gira del entonces presidente Felipe Calderón, quien, vestido con una casaca extragrande, tipo militar, y portando las cinco estrellas de comandante supremo de las fuerzas armadas mexicanas, realizó expresamente una gira por su tierra natal, Michoacán, para declarar la guerra del Estado mexicano contra los cárteles de la droga a nivel nacional.
Urgido de una legitimación que el fallo del Tribunal Electoral federal no pudo obsequiarle, por el estrecho margen con que se hizo de la Presidencia, la “guerra contra las drogas” parecía abrirle una ventana de oportunidad para el reconocimiento ciudadano de facto.
Desde entonces, Michoacán se desangra en una espiral que parece no tener fin, pero que ya agotó la paciencia ciudadana, misma que ha visto aplicar tres estrategias distintas de tres gobiernos federales diferentes, con tres partidos distintos. Y el problema sigue allí, soterrado, no solucionado.
Es la entidad con mayor número de cárteles y grupos de autodefensa; con el mayor número de autoridades municipales ultimadas; donde por primera vez se atentó contra la población civil en un evento cívico (la ceremonia del Grito de Independencia de 2008 en Morelia), con una traza que hoy no habría duda de calificar como narcoterrorismo, y que ahora vuelve a cimbrar al país, a la opinión pública y a la redes, con el asesinato artero, en plena plaza pública, del alcalde de Uruapan, de origen independiente, Carlos Alberto Manzo Rodríguez, quien llegó a gobernar con una sola bandera: combatir el secuestro, la extorsión y la inseguridad desde el gobierno municipal.
Fundada por el fraile franciscano Juan de San Miguel, en 1534, Uruapan llegó a ser considerada una República de Indias, y el mestizaje ha estado presente desde su fundación, por la rápida asimilación y combinación de los pueblos originarios de la región con las misiones españolas, tanto religiosas como militares.
Si viviera el fundador de la microhistoria de los pueblos mexicanos, Luis González, diría que en Uruapan la honra y el valor se heredan de generación en generación. La familia Manzo, de raíces italianas y españolas, tiene amplia raigambre en la región; son conocidos, respetados y queridos en su mayoría, y muchos de sus integrantes, como otros apellidos asociados con la fundación de los municipios de la región, primero se arman de valor y honra antes que dejarse intimidar “por partidas de bandidos y facinerosos”, como se describía a los cárteles en el siglo XIX.
Más aún, durante la fundación de las entidades federativas, en la primera República federal mexicana, muchas de las constituciones locales consideraban una “obligación ciudadana […] tomar las armas en defensa de los pueblos en que vivan cuando sean amenazados por partidas de facinerosos, bajo las disposiciones de la autoridad local”. Es decir, el reconocimiento legal de la autodefensa. Actualmente, ninguna Constitución local contiene ya disposición parecida, pero el derecho consuetudinario se mantiene en varias regiones del país.
En Uruapan no solo asesinaron a su alcalde: ultimaron el apellido de una de las familias históricas de la región, y frente a estos agravios, el duelo del pueblo se vive en vilo… aunque nunca faltan las aves carroñeras que vuelan envilecidas y quieren hacer del dolor un festín de facinerosos políticos.