El Ártico adquiere una importancia cada vez mayor para algunos países en virtud de que su descongelamiento, producto de la aceleración del cambio climático, representa atractivas oportunidades económicas y comerciales, sobre todo para países de la región (Rusia, Canadá, Estados Unidos, Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia e Islandia) y para países asiáticos no colindantes como China.
Expertos estiman que en 2040 el Ártico quedará completamente libre de hielo e indican que en los últimos 30 años esa capa se ha reducido a la mitad en verano y su volumen contraído tres cuartos, dejando al descubierto enormes superficies de agua antes permanentemente congeladas.
Entre las oportunidades es claro el acceso y explotación a yacimientos con abundantes recursos naturales como petróleo, gas, oro, diamantes, níquel, cobalto y otros minerales raros; nuevas rutas marítimas comerciales que reducen a la mitad la distancia entre los océanos Pacífico y Atlántico en contraste con la ruta por el Índico; así como nuevas oportunidades de negocios en el lucrativo sector turístico de lujo, sobre todo el de cruceros.
Si bien de manera general, de momento, predomina la cooperación internacional entre los miembros del Consejo del Ártico y otros foros internacionales ad hoc para su gestión, investigación, protección ambiental y desarrollo sustentable, así como el aumento de asociaciones público-privadas para la exploración y explotación de los recursos naturales de la zona, paradójicamente se percibe en los últimos años una intensificación en la competencia entre los países para su uso y gestión, y una mayor militarización en la zona, en particular de Rusia, para proteger el territorio e instalaciones estratégicas.
Ante estos intereses geopolíticos y geoestratégicos surgen temores a una eventual lucha por los recursos naturales de la región y el control de rutas marítimas en virtud de reclamaciones territoriales, producto del deshielo y recientes tensiones entre Rusia y otros países del Ártico con Estados Unidos, creando un ambiente de incertidumbre y desconfianza en la zona. Ello pudiera derivar en una mayor militarización para robustecer su vigilancia y provocar tensiones o conflictos entre los países.
Sin embargo, estas oportunidades se traducen en serias implicaciones en el medio ambiente como el aumento del nivel del mar, lo que provoca inundaciones, destrucción de cultivos, desaparición de ecosistemas, alteraciones en los ciclos de pesca y afectaciones a poblaciones costeras, así como cambios en los modos de vida de sus habitantes, como ocurre en islas del Pacífico o en la famosa Venecia.
Ningún país es ajeno a los efectos del deshielo del Ártico. Según un estudio de Greenpeace, nuestro país, por su ubicación geográfica, es altamente vulnerable a los efectos del cambio climático: el derretimiento del Ártico puede ocasionar un aumento en el nivel del mar, afectando aproximadamente 1.26 por ciento del territorio nacional, incluidas las zonas más bajas como Quintana Roo y Tabasco, así como acelerar la pérdida de la biodiversidad marina, mayores sequías en el norte e inundaciones en el sur.
En este contexto, es necesario un mayor involucramiento y estudio de la geopolítica del Ártico y de las consecuencias de su explotación y uso; es determinante fortalecer los mecanismos de cooperación internacional existentes para una mejor gobernanza y desarrollo sustentable de la región ártica para prever futuros riesgos y mantener la seguridad y paz internacionales.
*Secretario de Asuntos Públicos y Bilaterales de la embajada de México en Pekín