Cuando la incertidumbre y el cambio imperan, la tecnología transmite —en segundos— información de un rincón del mundo a otro y las desigualdades son el centro de las preocupaciones, innovar debería ser una herramienta para adaptarse, emparejar, mejorar, crecer y destacar.
Hemos usado a diestra y siniestra la palabra innovación y parece pegadiza más que una práctica de colaboración y curiosidad que puede transformar una economía.
México ocupa el sitio 58 en el Índice Global de Innovación 2023 de WIPO, que analiza 132 economías. Somos eficientes, señala el estudio, y el número tres de la región —nos ganan Brasil y Chile—. Llevamos dos años en el sitio 58 tras perder tres peldaños en 2021.
Innovar “definitivamente no es una forma de llegar del punto ‘A’ al punto ‘B’, sino un viaje permanente hacia la mejora”, es una de las conclusiones del estudio Panorama de la innovación en México y Centroamérica 2023, de KPMG.
En México, ocho de cada 10 empresas buscará modificar sus productos o servicios este año para competir, muestran los datos de KPMG. ¿Logramos innovar? Para 50 por ciento de los equipos encuestados la mayor barrera para la innovación es un presupuesto insuficiente. ¿Es solo una cuestión de dinero? La mayoría de las empresas, casi la mitad de las encuestadas en México, destina tan solo dos por ciento de sus ingresos a la innovación. Una minoría invierte más de 10 por ciento.
Innovar puede ser un ajuste en la atención al cliente o una nueva función que se agrega a un producto o servicio que ya existe y no siempre requiere de mucho capital, pero sí implica el apoyo de los líderes. En México entendemos que el mandato de innovar viene ‘desde arriba’, de hecho, 65 por ciento de las veces es la alta dirección quien encabeza la innovación, según KPMG, y solo 7 por ciento de los encuestados dice que la empresa tiene un equipo específico dedicado a desarrollar nuevas ideas. Así, el nivel C de la organización es la fuente de innovación más valiosa para 59 por ciento.
Todos podemos innovar, no es sencillo porque implica cientos de ideas fallidas, colaboración y tiempo, por eso no puede ser solo tarea de la alta dirección. Las nuevas ideas deben ser una mentalidad, como indica KPMG, o una práctica continua con recursos y resultados que se miden y hasta se premian. Esa estrategia puede generar la cultura innovadora que se busca. Y sí la queremos porque necesitamos soluciones para dolores como la pobreza, el agua, las inequidades y más.
Innovar no es solo un tema de la empresa, es un tema social. Necesitamos una mente abierta para ver a la innovación como un movimiento de cocreación de valor, como dice Mariana Mazzucato, directora fundadora del Instituto de Innovación y Propósito Público de la University College de Londres, que fortalece a una economía cuando parte de una mancuerna entre lo privado y lo público.