Cultura

La España que no es más

El año de 2005, viajé ilusionado, una vez más a la Península Ibérica, ¿el motivo? Mi participación en el Festival Internacional de Música Clásica de Navas de San Juan.

Navas es una pequeña comarca enclavada en el corazón de Andalucía, provincia jinés a unos kilómetros, de Linares y otros tantos de Santisteban del Puerto.

Ahí para más certidumbre, ha fincado su estancia el diestro de Chiva, Valencia Enrique Ponce.

La región es importante, entre otras cosas por su producción de aceite de olivo. La campiña no da otra cosa que olivares y toros de lidia.

Guardo con afecto el cartel que desprendí de uno de los muros de su plaza de toros en donde se anuncia al diestro tapatío y amigo Javier Ocampo quien andaba haciendo la España.

Asistí además, a la placita de Santisteban para paladear el arte quintaesenciado de “Finito de Córdoba” en medio de un torrencial aguacero, lo que no minó la afición y los buenos oficios de Juan.

Más tarde al arribar al bar del hotel, “Finito” se encontraba en la barra. El barman quiso saludarme y preguntó “¿Cómo le ha ido al maestro?” distrayendo la atención del torero, suponiendo de mi parte, que Juan Serrano pensó para sus adentros [Por la mirada de asombro que me ha dirigido] “Si aquí el único maestro soy yo”. Pronto arengó el torero a sus banderilleros, para que sacaran la guitarra y dar inicio a la juerga, al siguiente día “Finito de Córdoba” actuaría en la serrana Villa Carrillo, yo me disculpé, no sin antes intentar dar coba al maestro diciendo, enmendando la pifia del cantinero, “Si yo nada más he venido desde México para verle, le traigo saludos de amigos de Guadalajara” “Finito” sonrío diciendo “Saludos a Barri”.

Miguelito Ruiz Mora asiduo a las reuniones del Círculo Taurino de Guadalajara, preguntaba con insistencia acerca del romanticismo de la España de la guitarra y de la pandereta, la que él solamente conocía a través del cine y la literatura, le llenaban de nostalgia el recuerdo de los viajes de Carmelo, del Soldado y Garza, en los barcos de entonces.

El finado fotógrafo retratista de toreros, Roberto Zamora, vecino, trajo hasta mi casa, unas pesetas, para hacerme el encargo de un mantón de Manila para su querida madre, ¡Ah! Y unos abanicos.

En esta época de euros y primer mundo es escasa la confección de dichas prendas y los abanicos, se corre el riesgo de adquirir unas baratijas de manufactura china.

Las pesetas las conservo, las traje de vuelta al no alcanzar ni a pagar un cortadito, ni una caña.

Pena me ha dado intentar explicar a mis soñadores amigos que esa España, la de la guitarra y pandereta. No existe más.

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Ramón Macías Mora
  • Ramón Macías Mora
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