Política

La maravilla enmascarada

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Caí en la oquedad de una película del Santo, el Enmascarado de Plata. Una vez más me hipnotizó el entramado de las creaciones de Benito Alazraki, Chano Urueta o Martínez Solares. Vuelvo a ver estas películas como cuando las vi en los años sesenta, sin voluntad.

Traigo aquí una historia sobre el origen de la máscara en el pancracio (mezcla de box callejero y lucha en la antigua Grecia). Se atribuye a Séneca esta frase: “Nadie puede llevar mucho tiempo una máscara. Lo que se finge recupera rápidamente su naturaleza”. Pero la palabra “máscara” viene de la voz latina “persona”. Más que ocultar una identidad, confiere otra distinta.

Las máscaras de la lucha libre mexicana son desde hace tiempo un ícono en la cultura popular. Raúl Criollo, experto en lucha libre mexicana, escribió: “La máscara es fundación redentora, emblema de mitos de todo tipo. Perpetración cultural de la herencia prehispánica, estandarte encarnado de la festividad carnavalesca, heroicidad del celuloide en las cruzadas a balazos campiranos de Los Cinco Halcones, El Zorro Vengador o El Látigo Negro”. No se puede entender la lucha libre de México sin su presencia encubridora.

De acuerdo con información del periódico La Afición, el diario deportivo de mayor tradición en nuestro país, fue en 1934 cuando se utilizó por primera vez una máscara sobre el encordado. El luchador Corbin James Massey, apodado Cyclone Mackey, un texano traído a México por el empresario Salvador Lutteroth, utilizó aquella primera máscara. Se cuenta que Massey vino a luchar por primera vez a la Ciudad de México en 1933. En aquella ocasión el estadunidense perdió. Un año después regresó a las arenas mexicanas, pero la vergüenza de la derrota lo decidió a cubrirse el rostro. Fue así que le encargó a Antonio Martínez, zapatero y vestidor de muchos otros luchadores, que le fabricara una máscara. Después de ello Massey peleó durante algunos años bajo el mote de “La Maravilla Enmascarada”. La vergüenza de la derrota se convirtió en símbolo de valor, fuerza, misterio: la marca inequívoca de los héroes.

“Profesor Orloff llamando a Santo, Profesor Orloff llamando a Santo”. La verdad, sólo quiero ver películas de luchadores.


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Rafael Pérez Gay
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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