Política

Concreto armado

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Las calles Reforma y Chapultepec fueron un día la entrada al bosque. En estos días ese umbral se ha convertido en una concentración de miasmas, tacos al pastor, tacos de bistec, tacos de canasta, tacos de perro, tacos de chicharrón, una selva de puestos donde es posible comprar desde un video porno hasta un gramo de cocaína incluyendo desde luego tortas de queso de puerco y pambazos revolcados en una laguna de lípidos.

Uno de los edificios más bellos de la Ciudad de México ha sido sepultado en esa fosa. La historia es conocida: los arquitectos de los años veinte mexicanos promovieron el art déco y los ingenieros el uso del concreto. Uno de los primeros desprendimientos de esta convergencia se llamó Departamento de Salubridad Pública, luego Salubridad y más tarde Secretaría de Salubridad y Asistencia (1926-1928).

Los rasgos geométricos del edificio, las ventanas un tanto abocinadas, los barandales, el elevador, integraron el estilo neocolonial con el art déco. Lo construyó el arquitecto Obregón Santacilia; Diego Rivera realizó los vitrales y murales, Manuel Centurión cinceló las esculturas de los doctores Liceaga y Gaviño.

Ese edificio es un desprendimiento de uno de los grandes negocios de la Ciudad de México: el cemento armado que impusieron los arquitectos Marroquín, Rolland, Rebolledo y Ortiz Monasterio. El secreto: Francois Hennebique, inventor del concreto armado. Álvaro Obregón había decidido reconstruir el país con hormigón. Calles llevó adelante aquella empresa.

A partir de 1925, la obra pública se hizo con cemento, no sólo las presas y los canales sino también las calles de la Ciudad de México. Los edificios de varios pisos se volvieron entonces comunes y corrientes. Los políticos cercanos al presidente Calles constituyeron grandes empresas de cemento. El propio Calles fue accionista de Fyusa y de la Constructora Anáhuac. Dinero a mansalva para los dueños.

Algunos edificios flamantes construidos con el extraordinario invento de Hennebique: El edificio Ermita de Juan Segura (1929-32) en la esquina de Revolución y Jalisco; la Alianza de Ferrocarrileros Mexicanos de Vicente Mendiola, Carlos Greenham y Luis Alvarado en Ponciano Arriaga (1926); el Frontón México de Joaquín Capilla en la Plaza de la República (1929); la Central Telefónica Victoria de Fernando y Miguel Cervantes (1931) en el Centro; el Monumento a la Revolución (1933). A partir de entonces, las casas porfirianas compartieron el espacio con los edificios de cemento, las casas californianas y luego con el racionalismo. Había nacido la ciudad del concreto armado.

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Rafael Pérez Gay
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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