No solo la indisciplina o desconcentración de dos jugadores de los Tigres que terminaron siendo expulsados, uno de ellos el portero Nahuel Guzmán, explican la derrota sufrida ante al América, lo que le permitió a este último equipo coronarse y así llegar a 14 títulos de Liga, lo que lo posiciona como el club más ganador del futbol mexicano.
La otra razón, para mí más poderosa, es el potencial que las Águilas acumularon durante toda la campaña en la banca de suplentes. No hubo ningún otro plantel tan completo. Y tener tanta calidad en el banquillo, como lo tuvo el equipo dirigido por el brasileño André Jardine, no solo resulta muy costoso en términos financieros, sino que implica también un reto ampliado en el campo de la gestión de los egos, las ansiedades y la unión de todos los integrantes del equipo.
Del banquillo la noche del domingo en el Estadio Azteca, vinieron los goles 2 y 3, los del paraguayo Richard Sánchez y el uruguayo Jonathan Cabecita Rodríguez, titulares indiscutibles en cualquier otro conjunto de la Liga Mx.
En una Final como la que protagonizaron estos millonarios clubes se notó la diferencia. Los dirigidos por Robert Dante Siboldi no tuvieron a su suplente de lujo, el goleador Nicolás Ibáñez, en buenas condiciones de salud para poder potenciar su objetivo de lograr el bicampeonato. Y la otra, aunque cueste trabajo decirlo, su enorme figura, el francés André-Pierre Gignac, no estuvo ni a la mitad del rendimiento que habitualmente ha mostrado en partidos tan decisivos. Entre lesiones y también la edad que lo convierte en un veterano están las explicaciones a esto.
Importa y mucho que la Final entre América y Tigres se haya definido por la competencia total de capacidades y no por errores arbitrales o yerros sospechosos. Aunque el duelo tuvo que irse a los tiempos extras para encontrar al ganador, no queda ninguna duda de que el mejor equipo fue el que resultó campeón: el América.