Sería muy deshonesto no reconocer que en el árbitro salvadoreño encargado de pitar el duelo entre las selecciones de México y Honduras, la noche del pasado martes en el Estadio Azteca, existió una presión cuyo origen habría que precisar, para añadir minutos al tiempo complementario, más allá de los que que había anunciado originalmente.
Que el equipo mexicano estuviera condenado al repechaje para clasificar a la Copa América, con el exiguo 1-0 a favor, urgido y desesperado por meter otra anotación para cuando menos prolongar el duelo a los dos tiempos extras marcados por el reglamento, no es algo que pudiera ser ignorado por el cuerpo arbitral todo.
Veo el empeño con el que varios especialistas se encargaron de documentar este miércoles, en diversos medios de información, “lo apegado al reglamento” que estuvo el árbitro, poniendo cronometro a toda pausa en el juego y la verdad me da un poco de pena.
La Selección Mexicana de Futbol no tendría que recibir este tipo de ayudas, ni que se le repitan penaltis a favor fallados hasta que literal el balón entre. El equipo nacional tendría que ganarle a su similar de Honduras con suficiencia, claridad y hasta holgura.
Pero algunas cosas importantes se han dejado de hacer bien. Resultan increíbles las fallas reiteradas de los delanteros ante el marco rival. Tampoco se puede creer que tras el golpe anímico dado a los rivales, al encajar el empate en el marcado global en el minuto 10 u 11 del tiempo añadido, en los siguientes 30 minutos no se haya podido meter otra anotación y tuvieran que llegar los penales.
No censuro el festejo y menos de los miles de aficionados que seguían el partido. Pero la refleción y el análisis frío y exigente es lo siguiente que sigue, es inaplazable. Que lo siguiente que siga sea justificar al árbitro y poner a los hondureños como quejumbrosos, me parece muy tonto.
