Al hablar de educación se piensa generalmente en escuelas, en niños o jóvenes y en maestros y en el trabajo, lo cual ciertamente apunta a realidades importantes de la educación, aunque deberíamos también pensar en los padres y la familia, la sociedad, la comunidad religiosa y en otros ámbitos e instancias de la vida y desarrollo de las personas.
La educación no es algo exclusivo de la escuela, pues comienza ya en la casa con la familia y hasta los primeros meses de vida son cruciales para el buen desarrollo del ser humano. No se reduce, la educación, al tiempo de la niñez y de la juventud, porque, como se ha puesto de relieve desde hace tiempo, se necesita una formación “permanente”, dirigida a los adultos y a los ancianos. De la educación antes que los maestros, se ocupan ante todos los padres y, aunque sirve como preparación para el trabajo, trasciende este campo y toca las relaciones humanas y un sin fin de realidades donde las personas se realizan y buscan sus metas e ideales.
El artículo 26 de la “declaración universal de los derechos humanos” de la ONU se compone de tres párrafos. El primero comienza estableciendo que toda persona tiene derecho a la educación y en seguida de los niveles de instrucción. El segundo propone que la educación se dirige al pleno desarrollo de la persona y a fortalecer el respeto de los derechos y libertades fundamentales. El tercero afirma que el derecho preferente para escoger el tipo de educación de los hijos corresponde a los padres.
Dada nuestra naturaleza social, resulta claro que la educación es importante a nivel personal, en cuanto que las personas son el fundamento de la sociedad, a nivel familiar, puesto que la familia es la célula básica de ella, es decir, de la sociedad y, lógicamente, a nivel social. La sociedad necesita el apoyo de una buena educación para ella misma alcanzar sus metas, el bien común, y esto debe constituir un capítulo importante de sus perspectivas.
No se pone en duda que el Estado tenga un interés y un papel en el tema educativo. La cuestión está en que su intervención debe respetar los derechos de los niveles intermedios entre el mismo Estado y los individuos, o que se traduce en el respeto a los derechos de quienes se forman, de los padres de familia si hablamos de los menores de edad, de los maestros, de las escuelas y de las instituciones o agrupaciones que puedan formarse en este campo. Podría decirse que el ideal es el de la libertad educativa en un justo marco jurídico.