La semana pasada por este mismo medio hice pública la forma en que la Universidad Autónoma Metropolitana cobijó un evento que apoyaba la tauromaquia. Podría decir que de manera inmediata la universidad se deslindó al respecto, pero sería un error: fue de manera instantánea que la universidad se deslindó de dicho evento. Lástima que en su deslinde no haya reconocido que, en efecto, como todas y todos pudimos apreciar, en sus carteles se encontraba en primerísimo lugar el escudo de la UAM. Quizá se trató del uso incorrecto del logo de la universidad, y como dice dicho deslinde, solo dos profesores emplearon de manera fraudulenta el logotipo de la universidad para auspiciar eventos que no tenían nada que ver con ella. Aunque ese no parecería ser el caso, porque los eventos se llevaban acabo al interior de la propia universidad.
Si alguien indagara cuidadosamente qué sucedió ahí, tendría muchas cuestiones por aclarar: por lo pronto bástenos con saber que la universidad desconoció al evento y a la vez lo canceló. Sí, ya sé que es completamente contradictorio, pero así fue. Y todas las personas que queremos un México menos violento, debemos tener el ojo puesto ahí para corroborar que en verdad se haya cancelado ese ciclo de “conferencias”.
Cabría resaltar que el domingo siguiente a dicha cancelación, la fotógrafa y activista Elideth Fernández leyó en Los Pinos un manifiesto antitaurino en la clausura de su exposición fotográfica contra la violencia hacia los animales, y en especial contra la tauromaquia. Urge comprender que esta no es una lucha de unos cuantos: por todas partes surge la misma demanda: no a la tauromaquia; es una lucha a nivel mundial.
El planeta se encamina a una era en la que, o comienza a existir empatía por los animales, y con ello respecto a los ecosistemas que los albergan, o no podrá más. México tiene que ser parte de esa edad de la empatía en la cual debe comprenderse que en donde hay tortura y muerte, hay dolor, y que ignorar el dolor de otro ser por mera diversión no tiene justificación alguna.
La insensibilidad ante el dolor de otro ser que sufre, tiene que ceder el paso a la edad de la empatía.
Paulina Rivero