Hace unos días subí a tribuna a defender un artículo de la Ley de Disciplina Fiscal que prohíbe que los costos asociados a la adquisición o reestructuración de deuda pública, y específicamente la municipal, formen parte de la deuda misma. Asimismo, establece qué puede formar parte de estos costos, que deben de considerarse por separado, y que se les pone un tope de la deuda adquirida.
Me sorprendió que la oposición no aceptara la enmienda a dicha ley, mi participación en tribuna la dediqué a ejemplificar las consecuencias de que eso no existiese en el pasado. “Imaginen ustedes —decía— que soy un reestructurador y voy con el presidente municipal y le digo: yo te cobro tanto, pero no te preocupes, te lo incluyo en la deuda. Es más, págamelo en efectivo, lo meto a mis cajones, me lo llevo a Suiza…”.
En mi intervención llevaba el argumento a anticipar que la magnitud de esta práctica incide en la catástrofe del sobreendeudamiento municipal que no podremos seguir ignorando si queremos crecer, y que tendremos que enfrentar inminentemente como gobierno.
Para el propósito de esta columna, quiero manifestar mi desaliento como ciudadana y servidora pública al observar que inmediatamente después de mi participación en tribuna, un periodista de un diario de circulación nacional escribió: “la diputada de Morena, Patricia Armendáriz, en la Tribuna de San Lázaro confesó haber participado en actos de corrupción, así como lo lee (…) dijo que recibió moches para reestructuraciones financieras en estados”. Otros medios digitales de primer orden y noticieros hicieron lo mismo. Esta desinformación provocó una andanada de ataques en las redes sociales.
En la generación a la que pertenezco aún era difícil traducir la palabra funcionario público a corrupto y periodista a desinformador. Cuando sabemos que la palabra es lo primero y último que nos define, que se asocia a quienes somos, si queremos transformar a México partamos de nuestro lenguaje, que nos comprometa.
Que los funcionarios públicos nos definamos como honestos, que probar lo contrario sea el ejercicio democrático que nos discipline, que los periodistas recuperen su esencia, que les devuelva el esplendor con el que mi generación les reconoció el poder de informar y emitir su opinión informada.
@PatyArmendariz