Estamos a casi a un mes de concluir el año 2022 y las previsiones de encarecimiento de la canasta básica están empujadas por la inflación, la antesala de la cuesta de enero de 2023.
El primer anuncio muy adelantado es el inminente aumento del precio del kilogramo de tortilla por parte de los industriales de la masa y la tortilla.
De acuerdo con Elvira Blanco Sánchez, representante de la Cámara Nacional de la Industria de la Masa y la Tortilla, al incremento de precios se atribuye al aumento de insumos y factores que presionan la producción de la materia prima.
El precio del producto de consumo popular será de 15 a 20 pesos en lo que resta del año, pero para 2023 se proyectan ajustes en el costo de la tonelada maíz, principal insumo en la producción de este alimento.
Académicos expertos en el tema explicaron a MILENIO Puebla que el inminente aumento de precio a la tortilla se debe al abandono al campo y a la producción de maíz en los últimos 30 años.
Se están observando las consecuencias de dejar de cosechar de maíz, ya que México optó por comprar el grano en el extranjero, aunque fuera transgénico y de baja calidad.
Si el 2023 empezará con el aumento al precio de la tortilla, lo mismo ocurrirá con el resto de productos de la canasta básica que se ha encarecido este año por la inflación de 8 por ciento, tales como huevo, carne, pan, azúcar, aceite, atún, frutas y verduras.
Existe un interesante debate entre los expertos en materia económica respecto a los resultados de la estrategia de las autoridades hacendarias para controlar el impacto inflacionarios en las finanzas familiares.
Lo que viven las familias poblanas al adquirir los productos de consumo de la canasta básica es la constante en los índices de precios en los mercados y tiendas de autoservicios, a diferencia de los datos oficiales que rayan en optimismo.
Lo que está en el fondo en la realidad de la economía familiar es el fracaso del acuerdo de apertura contra la inflación y la carestía (Apecic) del gobierno de la 4T, para contener la inflación y carestía.
Es entendible el optimismo oficial de que la gente vive “feliz, feliz, feliz”, pero el costo y la calidad de vida, la precarización de los salarios y la pobreza laboral no coinciden que un gobierno más preocupado en organizar marchas de autoelogio, con cargo del erario.
pablo.ruiz@milenio.com