A cien días como gobernador sustituto, Sergio Salomón Céspedes insistió en una línea política de trabajo para conducir la entidad en estos dos años con unidad y apertura.
En reunión con representantes de sectores de la sociedad, alcaldes y legisladores, delineó los puntos estratégicos para tomar las riendas del estado como el máximo jefe político.
Reunido con cientos de invitados en una comida el viernes pasado, describió cuál es el sello en su estilo de gobernar: “no soy partidario de la confrontación como vía de concertación política”.
Y por el contrario, le puso acento especifico a lo que será la era salomónica: no creo que en un estado tan peculiar, disímbolo y multicultural como el nuestro, la ruta sea otra sino la de sumar escuchar y consensuar.
Está convencido que Puebla hoy necesita de todos y es momento de unir aquellos símbolos “que en su momento nos separaron”.
Destacó que solo con unidad, diálogo y consensos del gobierno con los sectores de la sociedad se puede retomar ese empuje, ímpetu y capacidad para que el estado sea un referente económico, industrial, manufacturero y tecnológico.
El gobernante sustituto con una larga trayectoria en el servicio público como representante popular al frente de una alcaldía y como parte del Poder Legislativo, destacó su profunda vocación de servicio.
Céspedes asegura haber conoció la paz de servir, antes que la quimera que a veces es el poder, al aclarar que todas las intenciones se orientan con el fin de servir a los demás, en especial a los que menos tienen.
Se respira en el gobierno de Sergio Salomón Céspedes un aire de cambio en la forma y el fondo, alejado de la confrontación; le allana el camino a la unidad de los poblanos para que Puebla, como él dice, retome el lugar nacional que por historia, simbolismo e identidad le corresponde.
En la mística y vocación de gobierno, lejos del discurso rancio de la izquierda ortodoxa, considera que si el poder sirve para algo, es para cambiar la vida de los que mendos tienen.
Un gobierno de unidad, de apertura, que suma y escucha para consensuar, es el signo de la era salomónica de dos años de gobierno con liderazgo político, alejado de la tentación de la confrontación permanente que solo ha dividido a la sociedad.