Política

La política rústica

¿Viste el debate?–, pregunté a la chica que atiende una cafetería a la que voy regularmente.

–No lo vi–, contestó con una enorme sonrisa.

–Pero, ¿si vas a votar?

–Sí, ¡claro! Voy a votar por Máynez.

–¿Votarás por el hombre y no por alguna de las mujeres?–, insistí venenosamente.

–Voy a votar por él, porque me gusta la canción de su campaña. ¡Está muy pegajosa!

La respuesta de la veintitresañera me dejó helado. La oportunidad de que por primera vez el país sea gobernado por una mujer, las propuestas o lo todo lo que se ha dicho de ellas en el postdebate la tienen sin cuidado.

–Y aparte de la canción, ¿qué te late de Máynez?

–Nada, solo me gusta su canción.

–¿Solo eso?

–No sé, mmmm… ¿qué es el más joven?

No creo que su intención de voto se deba a la falta de sororidad, es decir, el apoyo que las mujeres se brindan entre sí. Si esta chica no vio el debate queda claro que lo ofrecido por ambas candidatas no resuena en ella.

¿Cuál de los indigestos y omnipresentes spots publicitarios puede hacerla vibrar? ¿Qué le han ofrecido?Al momento, lo mismo de siempre: promesas imposibles de cumplir, mentiras, descalificativos, reclamos y demás lindezas que usan los hombres en campaña para despedazar a sus oponentes.

Ojito, no quiero decir que las mujeres no sean feroces o cabronas cuando la ocasión lo amerita. A lo que me refiero es que muchos pensábamos que ellas le subirían el nivel a las campañas presidenciales y a los debates, pero resulta que están repitiendo el patrón masculino de esa política rancia, estéril, amañada, intragable, que inhibe interés de jóvenes y no tan jóvenes en torno a la cosa pública.

Por eso la chica de la cafetería votará por el de la cancioncita pegajosa. Da igual si éste es capaz o no de dirigir un país como el nuestro. No espera nada de él, pero tampoco de ellas porque sus campañas políticas han sido como la de cualquier hombre: torpes, pendencieras, marrulleras, insípidas e indignantemente carísimas.

Quizá podrían revertir lo desandado, si se atrevieran a retomarlas con la sensibilidad e inteligencia de una mujer que renunció –para siempre– a la política rústica.


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Pablo Ayala Enríquez
  • Pablo Ayala Enríquez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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