Hace décadas se realizó una encuesta o cuestionario a miles de personas en los Estados Unidos en donde se les preguntaba muchas cosas sobre todo sobre sus hábitos y su forma de vida; eran personas adultas. Tiempo después de concluida la encuesta; se midió la mortalidad de los encuestados y cuáles habían sido los hábitos de los muertos y de los que se mantenían vivos. Resultó que los fallecidos acostumbraban a: No desayunar, fumar, hacer poco ejercicio, estaban en sobrepeso, dormían mal, y bebían alcohol, con una vida estresante. La conclusión obvia fue entonces que el modificar esos hábitos o estilo de vida podría entonces prolongar los años de vida; de ahí que los médicos recomienden:
Un estilo de vida sano. Desayunar y comer sanamente, hacer ejercicio regular, no beber alcohol (por la mortalidad asociada a accidente de tránsito y violencia), mantenerse en su peso y dormir bien y sin estrés.
Pero surge una pregunta: ¿En el mundo actual se puede llevar ese estilo de vida?
Es posible para las personas adultas ordinarias no estresarse en el trabajo, o con los temas familiares; es posible dormir bien durante semanas, sin insomnio algún día, o levantarse bañarse e ir al trabajo con solo un termo de café en la mano; renunciar al gimnasio y perder la inscripción porque tus ocupaciones no te dan tiempo de hacer ejercicio; muchos beben y fuman tan solo para desestresarse. ¿Cuánta gente realmente alcanza esos ideales de llevar un sano estilo de vida? ¿Será tan difícil alcanzar esas metas la razón por la que las personas se siguen muriendo de infartos, embolias y accidentes automovilísticos? ¿Es un asunto de educación y recursos? ¿De cultura e idiosincrasia? Antes se creía que comer mucho era lo mejor, y que un buen comelón representaba un status económico; hoy de vez en cuando un conocido bebedor y comelón nos dice: ¿Ves esta barriga? ¡Pues mi dinero me ha costado! Cualquiera que sea la causa, es un hecho y realidad: llevar de manera constante y día con día un Estilo de Vida sano hoy en día es muy difícil. Por eso las causas principales de mortalidad en adultos se mantienen infartos, embolias y cáncer.