El pie diabético es el responsable de la mayoría de las amputaciones no traumáticas en el mundo, generando un gran impacto laboral y psicológico.
Ocupan semanas las camas de hospital.
El pie diabético afecta aproximadamente a un 20% de los diabéticos, con una probabilidad de amputación del 80%.
Los diabéticos con una evolución mayor de 10 años, suelen padecer de los nervios y vasos sanguíneos de las extremidades, esto da lugar a una sensibilidad reducida o ausencia de dolor, que sumado a una compresión por el zapato, o lesión por cortadura “insensible” se produce una úlcera en el pie, que se puede infectar y terminar en gangrena.
El tratamiento médico incluye el uso de antibióticos, pomadas regenerativas, y curaciones regulares; también se ha postulado el uso de oxígeno al 100% y mayor presión atmosférica a través de una cámara hiperbárica con el objetivo de ayudar a la cicatrización y reducir la inflamación del pie.
El tratamiento quirúrgico va desde las curaciones, colocación de injertos cutáneos, hasta la amputación, que se efectúa cuando el pie ya no duele, no existen pulsos arteriales, y la úlcera se extiende hasta hueso con gran cantidad de tejido sucio y muerto.
La amputación en estos casos es indispensable para evitar que la infección se propague al resto del cuerpo.
Las medidas preventivas se basan en la observación diaria de los pies por cada paciente, así como un adecuado corte de uñas, limpieza y uso de cremas, el calzado debe ser cómodo, con plantillas, sin costuras internas, y ventilado.
Es importante el buen control del azúcar, presión arterial, peso y colesterol, para un mejor control del pie diabético.
Todos los médicos, en especial los de primer contacto, están obligados a observar los pies de los diabéticos con el fin de detectar lesiones y manejarlas tempranamente.
La mayoría de las amputaciones pudieron ser evitadas con estas medidas sencillas.
Cada amputación en un paciente diabético representa el fracaso del sistema sanitario en prevención y terapéutica oportuna.
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