Sí, leíste bien, el pasado 15 de Marzo se celebró de forma Internacional el día del pene.
La festividad tiene diversos orígenes, basta con googlear para darnos cuenta que esas tradiciones y festividades son más de lo mismo: actividades que centran el pensamiento colectivo en el falo, dándole toda esa importancia y veneración como si fuera el único y mejor órgano de todos los cuerpos.
Entonces, ¿dónde queda la vulva, glúteos, senos, labios, o nuestra piel? Siendo este último el órgano más grande del cuerpo, ¿qué tanta atención le prestamos al placer que nos damos y generamos, a otras partes de nuestros cuerpos que no sean el pene?
Generalmente la mayoría de los hombres aprendemos sobre nuestra sexualidad con base a la pornografía y de lo que podemos recopilar de las experiencias de otros hombres, “experiencias” que suelen ser inventos de nosotros mismos para cumplir con estereotipos de la masculinidad.
Por tanto, esos aprendizajes se centran precisamente en las funciones que debe cumplir nuestro pene, debiendo ser potente, aguantador y sobre todo grande.
Las consecuencias que estas ideas dejan para todos los cuerpos son devastadoras.
Según el Medical News Today el 45% de los hombres se siente inseguro con el tamaño de su pene.
Y ni hablar de la brecha orgásmica publicada en Archives of Sexual Behavior la cual muestra a las mujeres heterosexuales como el grupo que menos orgasmos consigue.
En una sociedad falocéntrica es necesaria y urgente la educación integral de las sexualidades, desmitificar nuestros cuerpos y cuerpas, no centralizando el placer sino más bien expandiéndolo, empezando por aprender que el orgasmo y la eyaculación son dos procesos distintos que históricamente los hombres hemos aprendido a vivirlos de forma sincronizada, los hombres también podemos ser multiorgásmicos y sobre todo sentir orgasmos producidos por la estimulación de otras partes de nuestro cuerpo, el placer es un universo sin fin, explóralo.
@IncideFemme
