Quienes tenemos un negocio no hablamos desde la teoría. Hablamos desde la cortina que se levanta cada mañana, desde la nómina que se paga puntualmente y desde la responsabilidad de sostener empleos, familias y comunidades. No soy político ni burócrata. Soy empresario. Y desde ahí afirmo algo con claridad: la formalidad no se castiga, se construye.
En los últimos años, la carga para quienes estamos en la economía formal se ha vuelto cada vez más pesada. Impuestos locales, derechos municipales y nuevas contribuciones aparecen con facilidad, como si quienes cumplimos fuéramos una fuente inagotable de recursos. A esto se suma una realidad incómoda: la competencia desleal del comercio informal, que muchas veces se instala frente a nuestros negocios con el aval —o la omisión— de las propias autoridades, justo en las temporadas clave donde esperamos recuperar inversión, vender más y cumplir con nuestras obligaciones.
La lógica de “cobrarle más a los que ya pagan” puede parecer sencilla, pero es profundamente equivocada. Recaudar no es exprimir. Recaudar bien implica visión, planeación y justicia. Implica preguntarse cómo hacer que más personas entren a la formalidad, no cómo hacer más costoso permanecer en ella.
Existen caminos claros: mejorar la eficiencia del gasto público, ampliar la base contributiva, digitalizar procesos, simplificar trámites y combatir la informalidad con inteligencia. Porque la informalidad no es un enemigo a destruir, sino una falla estructural que atender. Es la consecuencia de un sistema que no llegó con acompañamiento, ni con opciones reales, a millones de personas.
Pretender que un artesano, un pequeño comerciante o un prestador de servicios cumpla con decenas de trámites cuando no tiene acceso estable a internet, financiamiento o asesoría es desconocer la realidad del país. Así no se construye formalidad. Así se ahuyenta.
Por eso decidimos pasar de la queja a la propuesta. Desde la experiencia de quienes vivimos la economía real, creamos la Asamblea Nacional de Empresas y Negocios Familiares G32, un espacio para generar ideas, diagnósticos y soluciones viables desde el territorio. Un espacio donde los negocios familiares, las micro y pequeñas empresas pueden participar en la construcción de políticas públicas más sensatas y efectivas.
Necesitamos un cambio de enfoque: que la formalidad sea una oportunidad atractiva, no una trampa administrativa. Que venga acompañada de microcréditos, capacitación, simplificación y apoyo real. Que formalizarse sea rentable y posible.
Hoy, el verdadero liderazgo empresarial no se limita a resistir. Implica construir, proponer y asumir responsabilidad social. Porque cada negocio formal que cierra es una historia que se pierde, y cada negocio que se fortalece desde la legalidad es una apuesta por el futuro.
Recaudar es necesario, sí. Pero hacerlo bien es indispensable. Con visión. Con responsabilidad. Con justicia.