Encontré esta hermosa frase del poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht: “Al río que todo lo arranca lo llaman violento, pero nadie llama violento al lecho que lo oprime”. Me parece que es más que adecuada para ejemplificar las reacciones de descontento y reprobación respecto de las manifestaciones, ocasionalmente transgresoras y las más de las veces pacíficas, en las que las feministas hemos estado participando alrededor del mundo.
Hartas del sinfín de violencias a las que nos someten, hemos marchado, vandalizado monumentos y entonado voz en cuello “…el violador eres tú”. Hay quienes reclaman ofendidos, y hay quienes se autodefinen como aliados y amablemente nos recomiendan no continuar por esa vía, porque “no beneficia en nada la causa”.
Lo que no entienden es que venimos desde tan atrás que nuestra primera causa consiste en que se nos reconozca el derecho a tener una. Porque si reclamamos nuestros espacios, se nos tilda de argüenderas, de querer “estirar demasiado la liga”. Solo ven nuestra energía transformadora, pero se ciegan ante la que despliegan nuestros opresores que buscan mantener el estado de cosas en algo que podría denominarse el reino de los resquicios, de la letra chiquita, de la postergación indefinida.
En esa línea se inscribe la acción concertada entre el gobernador y la mayoría de las y los diputados que dieron trámite al nombramiento de la persona encargada de la Contraloría de Nuevo León sin que mediara convocatoria pública y desatendiendo —sin ruborizarse— las disposiciones constitucionales que obligan a la integración paritaria de todos los órganos decisorios del Estado mexicano, entre ellos, los gabinetes de las gubernaturas.
Centran su argumentación en que dichas reformas aun no se cristalizan en leyes secundarias. La verdad es que, por sobre todas las cosas, nada impedía que una mujer fuera nombrada en el cargo; nada, excepto ese eterno orden patriarcal del que no quieren abjurar. Son el lecho que oprime un río que exige su cauce.
Politóloga* miriamhd4@yahoo.com
