Ayer murió un grande que se negó a serlo. Jacques Delors, político francés pero, sobre todo, uno de los grandes artífices de la Unión Europea, cuya Comisión (es decir, su brazo ejecutor) presidió entre 1985 y 1995, falleció en su natal París a la edad de 98 años.
Delors se salía del molde del político típico que busca constantemente cargos y poder. Al parecer, a su ambición, que ciertamente no le faltaba, lo traicionaba siempre su honestidad, el cuestionamiento permanente de sí mismo que es el mayor signo de inteligencia. Ya decía Bertrand Russell que el problema de la humanidad es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes llenos de dudas.
También se apartó de la ruta normal de un hombre de partido, trabajó lo mismo con insignes personajes de la izquierda que con alguno de la derecha, y también fue este apartarse de los maniqueísmos lo que en ocasiones lo dejó al margen del poder: demasiado a la derecha para los izquierdistas, demasiado a la izquierda para los de la derecha.
Creo que por eso le sentó tan bien el liderazgo de la Comisión Europea; Delors, más que un personaje de ideologías, era uno de proyectos. Y vaya que la Europa Común era todavía una entidad en construcción, eso a lo que él mismo denominó “un objeto político aún no identificado”. De una tarea amorfa en la que pudo haber simplemente sobrevivido, hizo una de las más colosales empresas políticas de nuestro tiempo: construir, desde la economía, una nueva visión política en clave democrática y que tuvo por objetivo lograr la paz en un continente que había sido el escenario de las dos Guerras Mundiales apenas unas décadas atrás.
Quizás el gesto que más revela su espíritu único, es haber decidido no ser candidato de la izquierda en las presidenciales francesas de 1995. Frente al paso natural en su carrera, contaría más adelante, antepuso una decisión que en ese momento le parecía inminente: tendría que decidir entre mentir al país o mentir a los socialistas, dado que su pensamiento se apartaba de la propuesta del Partido Socialista de entonces. Prefirió no mentir a ninguno. Murió un hombre de proyectos, no de cargos: un perfil político aún no identificado.
