Enrique Alfaro Anguiano, padre del actual gobernador, perdió la batalla tras una etapa difícil y prolongada de afectaciones a su salud, fue sin duda un jalisciense ilustre cuya memoria debe ser siempre recordada. A él le tocó ser Rector en tiempos en los que la máxima casa de estudios de Jalisco no pasaba por sus mejores momentos. De hecho, como sucedía en el pasado, la Universidad de Guadalajara solía enfrentarse a problemas de escasez de recursos para cubrir hasta las necesidades de nómina y de servicios generales, y su situación estaba siempre vinculada a depender de las aportaciones federales y estatales -como sucede hoy en día-, pero que no siempre llegaban de manera oportuna. El presupuesto universitario, además, no daba mucho margen para lograr escalar en la cobertura deseada para la creación de nuevos planteles y por lo general no había suficiencia para cubrir la creciente demanda de aspirantes en un buen número de escuelas de nivel superior, incluso en bachillerato.
A quienes no nos tocó vivir esos tiempos, nos admira saber hoy todo el tesón y empeño que ponía el Rector Alfaro para mantener en el alto la calidad académica que, pese a todas las dificultades, era una característica que le llevó a tener renombre en el país y hasta en el extranjero. Los graduados de Medicina, Arquitectura, Derecho y varias más, llegaron a ocupar posiciones de gran reconocimiento y privilegio no solo en la esfera pública sino, también, en el medio privado donde poco a poco ya se abrían paso las nuevas universidades particulares.
Alfaro Anguiano, egresado ya la de Escuela Vocacional y luego de la Facultad de Derecho de la UdeG, sin embargo, tuvo orígenes que no son tan ampliamente conocidos como el hecho de haber sido un líder estudiantil que tuvo que enfrentar momentos de gran controversia política para México, como fue el movimiento del 68. Como presidente de la entonces Federación de Estudiantes de Guadalajara, logró sacar adelante la propuesta para que, sin abandonar las ideas revolucionarias que pululaban en esa época, la Universidad saliera avante sin contratiempos graves. Todo pasó, el país se calmó y Alfaro Anguiano al poco tiempo empezó una carrera dentro de la misma universidad, primero para llegar a ser director de la nueva Preparatoria 4 y, posteriormente otros peldaños como la Dirección de Enseñanza Preparatoria y la Secretaría General de la propia Universidad para llegar finalmente a Rector.
Tuvo el tino de mantener una respetuosa pero muy importante relación con el entonces gobernador del estado, el licenciado Enrique Álvarez del Castillo, quien a su vez mantenía una gran vinculación con el presidente de la república, Miguel de la Madrid. Fue en su caso, un ejemplo de entendimiento entre la Universidad de Guadalajara tanto con el gobierno estatal como con el federal, lo que permitió ir salvando escollos económicos, la construcción de nuevos planteles, desarrollo de programas innovadores y mucho más.
La propia Universidad le tiene presente, así como señala su visión educativa de la que él mismo decía: “Toda mi vida he trabajado y luchado, para que los jóvenes tengan acceso a la educación, para prepararse y formarse y ser útiles a la sociedad, e instrumentos de superación y libertad para nuestra Patria”.
Pocas vidas como la de él, de entrega total y absoluta a la causa universitaria. Sus contemporáneos hoy recuerdan una trayectoria intachable universitaria en la que no hubo sombras ni desvíos en su tarea como profesor de distintas materias, autor de libros, funcionario universitario y, ya posteriormente, en su ejercicio profesional de notario.
Por ello, apartándonos un tanto de otros temas, queremos esta vez, a la vez que manifestar al gobernador Enrique Alfaro Ramírez nuestra condolencia por la muerte de su padre, al igual que a su esposa y familia, traer a la mente que Enrique Javier Alfaro Anguiano tiene, por sus méritos, su lugar en la historia de Jalisco.